Fuente: El Periódico Náutico
En los últimos meses, y a raíz de una modificación a la Disposición Adicional 1ª de la Ley 38/1992 de Impuestos Especiales (que regula entre otros temas, el genuino y muy español Impuesto de Matriculación), se está produciendo un ÉXODO masivo de embarcaciones deportivas a otros países de la Unión Europea.
Dicha modificación (de pésima redacción), básicamente, permite a un residente español mantener la bandera de cualquier otro país, abonando el Impuesto de Matriculación.
Hasta ahora, era obligatorio para cualquier navegante de recreo español, abanderar y matricular su barco en España. Ya…..NO.
¿Y por qué ese éxodo, esa “huida” hacia Europa?
Las razones son múltiples, pero enumero sólo unas cuántas:
1ª) La asfixiante legislación española en materia de requisitos náuticos, elaborada por una Dirección General de la Marina Mercante obsoleta y decimonónica.
2ª) Las innumerables trabas burocráticas en todo lo relacionado con la náutica deportiva en nuestro país.
3ª) La prepotencia de la propia Dirección General de la Marina Mercante y de los Capitanes Marítimos, en la aplicación estricta y desproporcionada de una legislación concebida para los buques mercantes.
4ª) Una de la más importantes: Las permanentes sanciones absolutamente desmesuradas, que sin duda alguna, acabarán con la escasa afición por un deporte que tantas satisfacciones ha dado a España y por una actividad sana y formativa, que educa el carácter.
a) Bengalas caducadas: 2.000 euros de multa.
b) No llevar la documentación a bordo: 1.000 euros de multa
c) Exceso mínimo de tripulantes: 3.000 euros de multa
d) Fondeo en zonas no autorizadas: 2.000 euros de multa.
Los navegantes deportivos españoles, con la citada modificación legislativa, han visto una puerta de esperanza, un faro en las tenebrosas aguas nacionales y han elegido un rumbo seguro (aún a costa de perder su bandera) para poder navegar cómo ciudadanos maduros, responsables y libres.
La náutica en España sólo es un sucedáneo de lo que se vive en Europa.
Aquí el viento está viciado y, cómo es lógico, a los navegantes nos gusta un aire limpio, constante y “amigo” que nos conduzca a buen puerto.
Las bajas pasiones (digo, presiones) sólo traen TEMPESTADES.
AUTOR: Eduardo Carmona
En los últimos meses, y a raíz de una modificación a la Disposición Adicional 1ª de la Ley 38/1992 de Impuestos Especiales (que regula entre otros temas, el genuino y muy español Impuesto de Matriculación), se está produciendo un ÉXODO masivo de embarcaciones deportivas a otros países de la Unión Europea.
Dicha modificación (de pésima redacción), básicamente, permite a un residente español mantener la bandera de cualquier otro país, abonando el Impuesto de Matriculación.
Hasta ahora, era obligatorio para cualquier navegante de recreo español, abanderar y matricular su barco en España. Ya…..NO.
¿Y por qué ese éxodo, esa “huida” hacia Europa?
Las razones son múltiples, pero enumero sólo unas cuántas:
1ª) La asfixiante legislación española en materia de requisitos náuticos, elaborada por una Dirección General de la Marina Mercante obsoleta y decimonónica.
2ª) Las innumerables trabas burocráticas en todo lo relacionado con la náutica deportiva en nuestro país.
3ª) La prepotencia de la propia Dirección General de la Marina Mercante y de los Capitanes Marítimos, en la aplicación estricta y desproporcionada de una legislación concebida para los buques mercantes.
4ª) Una de la más importantes: Las permanentes sanciones absolutamente desmesuradas, que sin duda alguna, acabarán con la escasa afición por un deporte que tantas satisfacciones ha dado a España y por una actividad sana y formativa, que educa el carácter.
a) Bengalas caducadas: 2.000 euros de multa.
b) No llevar la documentación a bordo: 1.000 euros de multa
c) Exceso mínimo de tripulantes: 3.000 euros de multa
d) Fondeo en zonas no autorizadas: 2.000 euros de multa.
Los navegantes deportivos españoles, con la citada modificación legislativa, han visto una puerta de esperanza, un faro en las tenebrosas aguas nacionales y han elegido un rumbo seguro (aún a costa de perder su bandera) para poder navegar cómo ciudadanos maduros, responsables y libres.
La náutica en España sólo es un sucedáneo de lo que se vive en Europa.
Aquí el viento está viciado y, cómo es lógico, a los navegantes nos gusta un aire limpio, constante y “amigo” que nos conduzca a buen puerto.
Las bajas pasiones (digo, presiones) sólo traen TEMPESTADES.
AUTOR: Eduardo Carmona
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