Carmen Aristegui F. 7 Mar. 2014
Pocas veces se ve, con tanta claridad, lo que puede sucederle a un periodista que decide investigar y publicar, en México, sobre hechos de corrupción y malos manejos asociados a las altas esferas del poder político y criminal, como en los casos de las periodistas mexicanas Ana Lilia Pérez y Anabel Hernández. Referencias obligadas por sus trabajos de investigación han visto, en estos días, revalorada su tarea a raíz de la recaptura de El Chapo Guzmán, y días después por el escándalo desatado por "Oceanografía".
Consultar en estos días los trabajos de ambas resulta imprescindible. Sin embargo, la sociedad parece no reparar demasiado en cómo la publicación de sus investigaciones ha afectado la vida de estas mujeres que continúan decididas a seguir abordando asuntos relacionados con la corrupción en las altas esferas del poder político y empresarial, impunidad y crimen organizado.
Anabel, autora -entre otros- de Fin de fiesta en Los Pinos y Los Señores del Narco, en cuya portada aparece una foto de El Chapo Guzmán, ha tenido que acogerse a los programas de protección a periodistas que se han establecido -gracias a la presión nacional pero sobre todo internacional sobre las autoridades mexicanas. La gran cantidad de asesinatos y desapariciones de periodistas que ha quedado en total impunidad ha colocado a nuestro país como uno de los más peligrosos para ejercer la tarea periodística. Las autoridades han tenido que establecer mecanismos de protección que han arrojado resultados desiguales. Anabel Hernández, por ejemplo, ha tenido, desde hace tiempo, que ir acompañada por elementos policiacos cada vez que quiere hacer un traslado. Sin embargo, las nuevas autoridades acaban de determinar que el actual "status" de la periodista debe ser reclasificado. Consideran que -no queda claro por qué- la actividad que realiza debe ser considerada como de "bajo riesgo". Es previsible que disminuya o desaparezca su protección, en algo que debería ser reconsiderado por el gobierno federal no sólo porque la actividad de la periodista se mantiene, como lo saben sus lectores, en Proceso y Reforma, con los mismos niveles, sino porque su domicilio, recientemente, fue allanado por gente armada en un episodio que no ha quedado del todo esclarecido.
El caso de Ana Lilia Pérez, autora, entre otros, del libro Camisas azules. Manos negras y El Cártel
Negro (Grijalbo), es el de una periodista que se vio obligada a salir de México a raíz de amenazas y persecuciones judiciales insólitas, que la empujaron a abandonar el país.
Camisas azules... fue el resultado de nueve años de investigación de una periodista dedicada, como dice la contraportada, a "...escrutar la corrupción en Pemex, soportada con fuentes vivas y documentales de alto nivel, expedientes de auditorías clasificados como 'confidenciales'... decenas de entrevistas, testimonios y recorridos por las regiones petroleras en tierra y en plataformas, además de las revelaciones de altos funcionarios de los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, que desnudan los negocios privados de los hombres públicos".
En el prólogo del libro, Miguel Ángel Granados Chapa, el maestro y periodista al que tanto se le extraña, escribió en 2010 sobre Ana Lilia: "A juicio de la gente de poder, los otrora impolutos panistas, la reportera había ido más allá de lo admisible y se propusieron contenerla. Dieron entonces comienzo, por vías sesgadas, a una intensa campaña de asedio judicial, que no se suspendió con la muerte de Mouriño en noviembre de 2008. Desde entonces la persecución no ha cesado, impulsada por beneficiarios de la corrupción en Pemex... La periodista Ana Lilia Pérez no está dispuesta a cejar en sus denuncias. Le impone ese deber la claridad con que ha advertido la práctica de la corrupción en varios niveles de Pemex, cuyo funcionamiento es claramente conocido por la reportera...".
Han pasado varios años, pero Ana Lilia aún no ha podido regresar a su tierra.
Veremos qué sucede y si van en serio las investigaciones sobre "Oceanografía", y sus derivaciones. Veremos qué tanto se extienden las pesquisas -a otros hechos, empresas, personas y redes de influencia que operaron en los últimos sexenios. Si van en serio con las averiguaciones, todos sabemos que podría abrirse una caja de Pandora. Para que hoy tengamos conciencia de ello, hay que recordar que el trabajo de estas y otros periodistas ha sido de vital importancia.
Las condiciones en que han tenido que vivir estas colegas no pueden ser sino motivo de vergüenza para México.