Fuente: Tribuna Campeche
Acá junto al ocaso del pregón del pámpano fresco, se quiebra la voz de un pescador ribereño, que a sus 92 años, profetiza su muerte con la desaparición de la pesca del pulpo. Allá en el muelle, los restos de un esqueleto de barco camaronero bañado en matices dorados por el crepúsculo, vaticinan lo que tantos estudios han revelado: la industria camaronera está en franca baja.
Con ellos, un grupo olvidado por años por los gobiernos, pero fundamental para el mantenimiento de las embarcaciones: el sector obrero naval.
Mientras que autoridades institucionales como la Delegación de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) advierten que aún se está a tiempo de tomar medidas que revitalicen la biomasa y con ello el sector pesquero, los hombres de mar, aquellos de piel curtida por el sol, la sal y la brisa marina, miran y viven las consecuencias de sus actos.
De las malas políticas y programas inadecuados para asistirlos. Del escaso interés de los gobiernos por brindar seguridad social y de vida, pero principalmente, de no reconocer lo que don Avelino Miss Aguileta, quien a sus 92 años y con más de 59 como pescador, ha denominado “un pedazo de oro” a la Sonda de Campeche.
Atrás, en el infinito, pero subjetivo recuerdo, quedan dibujados los pies de las murallas campechanas bañadas con el agua salada. Los gritos del pregonero, anunciando el pámpano fresco. Las rocas con tintes escarlatas, por la sangre derramada de los tiburones recién capturados que eran destripados por las manos ágiles de los pescadores.
Más aún, aquellos camaroneros que adornaban sus cuellos, muñecas y dedos con prendas de oro y se daban el gusto de despilfarrar su dinero en cantinas. Era la bonanza. La promesa de una buena vida.
ESCASEZ Y ENCARECIMIENTO
Fue a mediados del siglo XIX que se tuvo conocimiento de la riqueza pesquera en aguas campechanas. Aquellas especies cuyo alto valor no había sido descubierto y por ello no corrían peligro. Hoy, algunas se han extinguido o su precio se encuentra elevado ante la escasez del mismo.
Lobo o puerco marino en Isla Arena; zaque, bucay, pejepluma, corcovado, roncador, pámpano, robalo, esmedregal, cazón, lisa, sierra, tortuga de carey, tiburones, ostión, jaiba, caracol, calamar y langosta yacían en cantidades, a la espera del paladar de los campechanos.
Podían adquirirse en los pequeños mercados ribereños y de los muelles. Como el antiguo 7 de Agosto, ubicado en lo que hoy es el edificio del PRI Estatal. Aquél por donde, según los viejos pescadores ribereños, el extinto Pedro Infante escuchaba constantemente “Canta Pedrito”, cuando pasaba entre los puestos rudimentarios para adquirir su pescado fresco.
El máximo desarrollo de la explotación comercial de las especies marinas en Campeche se alcanzó entre 1977 y 1982. Luego, los índices descendieron radicalmente. Las causas: la sobreexplotación, la desorganización de los pescadores, el coyotaje, la delimitación de Pemex de las zonas de pesca y captura de camarón, la contaminación por los trabajos de esa paraestatal, los huracanes y los cambios climáticos, y más recientemente, los altos precios del diesel, los problemas para la comercialización y las tallas no deseadas de las especies capturadas.
Acá junto al ocaso del pregón del pámpano fresco, se quiebra la voz de un pescador ribereño, que a sus 92 años, profetiza su muerte con la desaparición de la pesca del pulpo. Allá en el muelle, los restos de un esqueleto de barco camaronero bañado en matices dorados por el crepúsculo, vaticinan lo que tantos estudios han revelado: la industria camaronera está en franca baja.
Con ellos, un grupo olvidado por años por los gobiernos, pero fundamental para el mantenimiento de las embarcaciones: el sector obrero naval.
Mientras que autoridades institucionales como la Delegación de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) advierten que aún se está a tiempo de tomar medidas que revitalicen la biomasa y con ello el sector pesquero, los hombres de mar, aquellos de piel curtida por el sol, la sal y la brisa marina, miran y viven las consecuencias de sus actos.
De las malas políticas y programas inadecuados para asistirlos. Del escaso interés de los gobiernos por brindar seguridad social y de vida, pero principalmente, de no reconocer lo que don Avelino Miss Aguileta, quien a sus 92 años y con más de 59 como pescador, ha denominado “un pedazo de oro” a la Sonda de Campeche.
Atrás, en el infinito, pero subjetivo recuerdo, quedan dibujados los pies de las murallas campechanas bañadas con el agua salada. Los gritos del pregonero, anunciando el pámpano fresco. Las rocas con tintes escarlatas, por la sangre derramada de los tiburones recién capturados que eran destripados por las manos ágiles de los pescadores.
Más aún, aquellos camaroneros que adornaban sus cuellos, muñecas y dedos con prendas de oro y se daban el gusto de despilfarrar su dinero en cantinas. Era la bonanza. La promesa de una buena vida.
ESCASEZ Y ENCARECIMIENTO
Fue a mediados del siglo XIX que se tuvo conocimiento de la riqueza pesquera en aguas campechanas. Aquellas especies cuyo alto valor no había sido descubierto y por ello no corrían peligro. Hoy, algunas se han extinguido o su precio se encuentra elevado ante la escasez del mismo.
Lobo o puerco marino en Isla Arena; zaque, bucay, pejepluma, corcovado, roncador, pámpano, robalo, esmedregal, cazón, lisa, sierra, tortuga de carey, tiburones, ostión, jaiba, caracol, calamar y langosta yacían en cantidades, a la espera del paladar de los campechanos.
Podían adquirirse en los pequeños mercados ribereños y de los muelles. Como el antiguo 7 de Agosto, ubicado en lo que hoy es el edificio del PRI Estatal. Aquél por donde, según los viejos pescadores ribereños, el extinto Pedro Infante escuchaba constantemente “Canta Pedrito”, cuando pasaba entre los puestos rudimentarios para adquirir su pescado fresco.
El máximo desarrollo de la explotación comercial de las especies marinas en Campeche se alcanzó entre 1977 y 1982. Luego, los índices descendieron radicalmente. Las causas: la sobreexplotación, la desorganización de los pescadores, el coyotaje, la delimitación de Pemex de las zonas de pesca y captura de camarón, la contaminación por los trabajos de esa paraestatal, los huracanes y los cambios climáticos, y más recientemente, los altos precios del diesel, los problemas para la comercialización y las tallas no deseadas de las especies capturadas.
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