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lunes, 20 de abril de 2009

Cendón: "En el agua no se va a acabar con la piratería"

Hablamos con José Cendón, el fotógrafo español que estuvo secuestrado en Somalia
Para él, no se acabará con la piratería hasta que no se restablezca el orden en el país
Chacón visita hoy la misión española en el Índico en plena oleada de ataques piratas

Fuente: Soitu
Por MARGARITA LÁZARO (SOITU.ES)

La ministra de Defensa, Carme Chacón, visita hoy la fragata española que lucha contra la piratería en el Índico. Lleva casi cinco meses operando en la zona, junto a otros cinco barcos de la UE. Sin embargo, los ataques, en lugar de disminuir, han ido a más. De enero a marzo de este año, ha habido 36 secuestros piratas en aguas del Golfo de Adén, mientras que en todo 2008 hubo 49, según datos de la Oficina Marítima Internacional (IMB por sus siglas en inglés). Quien sabe mucho de piratería en Somalia es José Cendón, el fotógrafo español que estuvo 38 días secuestrado en este país. "En el agua no se va acabar con la piratería", nos cuenta desde Etiopía, donde escribe un libro sobre el tema.

Día sí y día también. Desde que José Cendón fue liberado, hace casi cinco meses, no hay mañana en que no desayune con una noticia sobre piratería en el cuerno de África. "Los barcos pueden evitar algunos ataques o ayudar en los rescates", asegura, "pero no acabar con el problema" que existe desde principios de los noventa.

Sin ir más lejos este domingo la OTAN frustró un ataque pirata y el sábado un buque belga fue secuestrado cerca de las islas Seychelles sólo unas horas después de la liberación de un barco griego con 20 pescadores yemeníes. Ha sido el colofón final a una semana que empezaba con las declaraciones de Obama, que se manifestó "decidido a poner fin a la amenaza de la piratería" tras el secuestro del buque Maersk Alabama y el 'peliculero' rescate de su capitán. Una decisión tan firme que el jueves Hillary Clinton presentó los cuatro puntos en los que EEUU basará su estrategia.

Porque ha sido tocar un barco norteamericano —llevaban desde el siglo XIX sin secuestrar uno— y entrar Estados Unidos a escena. Pero esto, según Cendón, no quiere decir que se vaya a solucionar un problema que va más allá. "Los piratas son gente sin miedo", asegura el fotógrafo gallego para el que ni siquiera las noticias de la muerte de otros corsarios "pueden persuadirles" de lograr unos fines puramente económicos.

Cuestión de dinero

Y es que terminar con esta situación no es una tarea sencilla teniendo en cuenta los beneficios que reporta. "En Somalia no son unos santos, son muy listos. Sacan mucho más dinero haciendo esto que pescando. Los piratas son antiguos pescadores y guardacostas convertidos en hombres de negocios", asegura Cendón.

Aunque las autoridades niegan que se estén pagando rescates, no dejan de aparecer informaciones que dicen lo contrario. Hace sólo dos semanas, en una entrevista en skynews, un pirata hablaba de las cantidades ingentes de dinero que reciben por cada secuestro: "En una ocasión obtuve 250.000 dólares, lo que cambió mi vida completamente". En noviembre, el entonces primer ministro somalí, Nur Hassan Hussein, explicó que el auge de la piratería tenía una sola explicación: los pagos que reciben los corsarios. Y dos meses antes, el New York Times publicaba una entrevista con un pirata: " Sólo queremos el dinero y así protegernos del hambre".

Más que un cambio de poder

Las flotas europeas no son las únicas que están fracasando en su misión. De momento el cambio político experimentado en el país a principios de año tampoco está solucionando el problema. Somalia vive ahora su intento número 15 de consolidar el Gobierno desde 1991. El islamista moderado Sharif Ahmed volvió al poder el 31 de enero, después de haber sido derrocado por las tropas etíopes en diciembre de 2006. Durante su anterior mandato, de junio a diciembre de ese año, logró establecer cierto orden en el país y terminar con la piratería. Sin embargo, ahora no parece que vaya a ser igual. "El presidente ha perdido el apoyo de las milicias radicales y sin ese apoyo es casi imposible controlar el país y acabar con la piratería", asegura Cendón.

Precisamente ha sido ese caos el caldo de cultivo ideal para que la piratería se instaure en territorio somalí. La falta de control ha hecho que en sus aguas haya proliferado la pesca ilegal y que en los años ochenta los países occidentales vertiesen allí sus residuos nucleares. Una situación que llevó al mar a los somalíes con el fin de proteger sus costas. Empezaron luchando contra estas prácticas a finales de los ochenta, para posteriormente pasar a atacar esos y otros barcos. Lo llamativo es que "los buques que realizan esas prácticas llevan la misma bandera que los que luchan actualmente contra la piratería", resalta Cendón.

Las aguas de Somalia son consideradas actualmente como la zona marítima más peligrosa del mundo. Las aseguradoras lo saben y por eso, según un informe de Chatham House, se han multiplicado por diez los seguros de los barcos que navegan por la zona. Y es que, insiste Cendón, "los fines de los piratas son económicos y nunca acabar con los rehenes". Por eso le cuesta creer que el capitán norteamericano Richard Phillips corriese peligro, como dijeron las autoridades estadounidenses cuando ordenaron disparar contra sus secuestradores. "Estados Unidos dijo que atacaron porque vieron que el capitán estaba en peligro. Eso es mentira. Para los piratas el capitán es un saco de dinero, por eso lo conservan", insiste "Necesitaban una excusa para atacar".

Intereses estadounidenses

Los intereses de EEUU por la región han existido siempre. Somalia está situada en una zona estratégica. El país y su vecino Sudán son el objetivo de las compañías estadounidenses dedicadas a las exploraciones petrolíferas. Sin embargo la preocupación se ha acentuado en los últimos tiempos. Especialmente desde la llegada de los islamistas.

Para EEUU el peligro es que Somalia pueda convertirse en un nuevo Afganistán, de ahí que el país americano patrocinase la invasión de las tropas etíopes en 2006. De todas formas, no lo considera propiamente un país enemigo, como en el caso de Afganistán, pero sí una amenaza por la falta absoluta de control en el territorio y sus habitantes. Y es que temen que esto pueda desencadenar en la implantación de movimientos extremistas islámicos. Sólo un mes después del 11-S, Paul Wolfowitz, uno de los miembros de la administración Bush, aseguró que los terroristas de Al Qaeda podían usar estos territorios como "vías de escape".

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