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martes, 6 de noviembre de 2012

Meyer: De contratos, buques y solidaridades políticas

Fuente: Terra
 
Lorenzo Meyer
En Memoria de Norma Zepeda, más amiga que secretaria.

- ¿INTERÉS NACIONAL O SOLIDARIDAD ENTRE COMPAÑEROS DE VIAJE?

A diferencia de las relaciones entre individuos, las que se dan entre países poco tienen que ver con altruismo. Se trata de relaciones de poder y donde el interés nacional de cada uno es la principal o única razón que las explica. Ahora bien, cierto tipo de relaciones entre gobiernos que se justifican como de interés nacional son, en realidad, de intereses particulares, de partidos, grupos o, incluso, personales.


- SIMILITUDES

La actual no es la primera ocasión que, en medio de una crisis económica que azota a ambas orillas del Atlántico, un gobierno mexicano suscribe contratos con astilleros españoles para dar oxígeno político a un gobierno en España. Ya en los 1930, hubo un gobierno mexicano, que pese a no contar con una economía boyante, se mostró solidario con otro español en aprietos pero ideológicamente cercano y aceptó hacer un gasto relativamente importante en barcos que no le eran estrictamente indispensables. Así pues, fue una coincidencia de intereses ideológicos de dos grupos gobernantes y no la mera lógica del mercado lo que explica la transacción de entonces. Pues bien, algo similar ha vuelto a ocurrir en la actualidad con el pedido de unos buques por parte de una empresa estatal mexicana (Pemex) a unos astilleros de Galicia que ya llevaban cinco años sin recibir ningún pedido y en vísperas de unas elecciones autonómicas donde el tema del desempleo es central (La Jornada, 20 de octubre).

La mayor diferencia entre lo ocurrido hace casi 80 años y la situación actual es que entonces la idea era crear apoyo mutuo entre dos proyectos progresistas a ambos lados del Atlántico y la de hoy es hacer lo mismo entre dos proyectos conservadores.

En los años treinta del siglo pasado, el gobierno mexicano empezaba a reconstruir el país según el proyecto de su revolución y naturalmente vio con sorpresa y entusiasmo cómo en España -que hasta ese momento se había mostrado contraria a la revolución en México- se desembarazaba de su rey -Alfonso XIII- para empezar a construir una república cuyo proyecto de reformas -agraria, en las relaciones Estado-Iglesia, educativa o laboral, entre otras- se asemejaba al que ya estaba en marcha en México. Fue por eso, para apoyar a un interlocutor en una Europa muy conservadora y anti revolucionaria, que en México el "Jefe Máximo de la Revolución", Plutarco Elías Calles, dio su visto bueno para que el gobierno presidido por personajes sometidos a Calles, mandaran construir varios buques de guerra en España y, en consecuencia, se paliaran los efectos que la Gran Depresión tenía en los astilleros de Bilbao. Hoy no es uno sino dos gobiernos mexicanos conservadores -el panista que está por concluir y el priista que está por iniciar-, que también han decidido mostrar su simpatía con un gobierno español de igual inclinación -el del PP presidido por Mariano Rajoy- y afectado por circunstancias económicas similares. Un efecto de la decisión de las autoridades mexicanas se dejó sentir el pasado fin de semana, cuando el PP de Galicia logró una importante victoria electoral para el PP. Cuando se negociaron los contratos para la construcción de los barcos en cuestión, esa victoria parecía difícil pero la posibilidad del acuerdo con Pemex fue usada por el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, y por el propio Mariano Rajoy, como uno de los argumentos para que los votantes apoyaran al PP (La Jornada, 12 de octubre). Al final, en algo debió contribuir ese argumento para que el PP se alzara con un triunfo holgado -mayoría absoluta en el parlamento gallego (41 de 75 escaños)- mientras que en otra elección que tuvo lugar el mismo día en el País Vasco, el PP simplemente se desplomó y apenas logró el 11.7% de la votación. En opinión de la prensa española, el anuncio que se había hecho antes de la elección en el sentido que los astilleros en Galicia volverían a contratar obreros para cumplir su compromiso con México sirvió para "proporcionar oxígeno al líder de su partido y presidente del Gobierno de España, escaso últimamente de buenas noticias". (El País, 22 de octubre).


- LOS HECHOS DE HOY

Fue en septiembre, con el gobierno de Felipe Calderón ya de salida, que la opinión pública de México y España fue informada que se estaba concluyendo una negociación para que a través de Pemex se ordenara la construcción de un par de "floteles" -buques que deberán servir de alojamientos flotantes para el personal que labora en las plataformas petroleras marítimas- en dos astilleros de Galicia: Barreras, en Vigo, y Navantia, en Ferrol. Los contratos implican una suma de alrededor de 380 millones de dólares pero se ha hablado de la posibilidad de ampliar el pedido -incluiría remolcadores, por ejemplo- como parte de una renovación de la flota de Pemex (La Jornada, 16 de octubre).

Como antes de la elección en Galicia se expresaran dudas sobre la solidez de los contratos anunciados en la prensa de ambos países, el presidente electo de México, Enrique Peña Nieto (EPN), decidió entrar en acción y en su visita a España aseguró que él veía con "beneplácito" la operación de Pemex con Galicia. La dirigencia del PP se vio llevada a hacer explícito su agradecimiento a EPN por el gesto (El País, 14 de octubre, Reforma, 15 de octubre). Quien será presidente de México, y ya metido de lleno en este proceso, aseguró que justamente por la crisis económica tan profunda que vive España, México había decidido solidarizarse y apoyar fraternalmente a ese país (La Jornada, 16 de octubre).

A lo anterior debe agregarse el mensaje de EPN del 15 de octubre a los grandes empresarios españoles en Madrid y donde reiteró lo que ya había dicho en otros países europeos: que su gobierno abrirá Pemex a la inversión privada y usará la Ley de Asociaciones Público-Privadas para ampliar las oportunidades de inversión privada externa en la construcción de la infraestructura mexicana.

- LOS HECHOS EN LOS 1930

La Segunda República Española surgió en abril de 1931 como resultado de la victoria en las urnas de los republicanos, en particular del PSOE. En México el PRI original, el PNR, llevaba operando dos años y la figura política central no era el Presidente sino el general Plutarco Elías Calles, dedicado a institucionalizar el poder de los ganadores de la Revolución Mexicana. En el mundo, la situación económica estaba marcada por los durísimos efectos de la Gran Depresión que había estallado en el mercado de valores de Estados Unidos en octubre de 1929.

Desde la caída del presidente Madero en 1913, las relaciones políticas de los revolucionarios mexicanos con España y con el resto de los países europeos habían sido pésimas, por decir lo menos. Justo a mediados de los 1920, Inglaterra decidió empezar a normalizar su relación con el México revolucionario y España -con una gran colonia de comerciantes y propietarios en nuestro país sin ninguna simpatía hacia las políticas revolucionarias- se resignó a seguir un camino similar, aunque sin entusiasmo y con mucha desconfianza.

El advenimiento de la República Española llevó al cambio de sus diplomáticos en México -el vizconde Gracia Real fue reemplazado por el republicano Julio Álvarez del Vayo- y entonces los círculos oficiales de España y México empezaron a hablar el mismo idioma, justo como es el caso hoy pero en sentido contrario: el PNR se identificó con el PSOE como hoy el PAN y el PRI lo hacen con el PP.

En el mismo año de 1931 -momento de depresión económica particularmente duro- se empezó una negociación España-México que culminó en 1933 sin que le afectara el cambio de presidente en México, pues el saliente Pascual Ortiz Rubio y el entrante, Abelardo Rodríguez, obedecían a Calles. Esa negociación significó la compra de cinco transportes y 10 cañoneras guardacostas por valor de 17 millones de pesos oro (68 millones de pesetas) y un año más tarde se firmó otro acuerdo menor para la compra de maquinaria para astilleros en México. Los barcos llegaron y México terminó de pagarlos en especie durante la guerra civil que terminaría con la derrota de la república en España en 1939.


- CONCLUSIÓN

El acuerdo de 1933 dio pie a críticas que hoy se repiten. ¿Por qué no se usan los recursos públicos con propósito genuinamente nacional: fomentar en México la construcción naval y el mercado interno? Y la respuesta puede ser similar: porque ambas operaciones no se explican sólo por razones económicas de oferta y demanda, sino básicamente por razones de solidaridad ideológica y política; revolucionarias entonces y conservadoras hoy.

www.lorenzomeyer.com.mx
agenda_ciudadana@hotmail.com

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