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lunes, 12 de mayo de 2008

Inseguridad y soberanía estatal

Fuente: Ecos de la Costa
Carlos Ramiro Vargas

Justo el día 8 de abril elementos de la secretaría de Marina y la PGR aseguraban en la aduana del puerto de Manzanillo, 3 mil 770 kilogramos de seudoefedrina y otros 295 de efedrina, descubiertos en dos contenedores a nombre de la empresa Mercado Logístico Comercial-Pegaso, uno de los cuales traía galletas fabricadas en China y junto con ellas, 2 mil 59 botellas con pastillas. El otro contenedor llevaba intercalada la efedrina, entre miles de sacos de azúcar de medio y un kilo.
24 días antes, elementos de la AFI, Armada de México y PGR detectaron en los patios de la Administración Portuaria Integral, también en el puerto nominalmente colimense pero controlado en lo substancial por el gobierno federal, diez millones de dólares apenas disimulados entre cientos de anaqueles metálicos y cajas de cartón, enviados por una supuesta empresa mexiquense hacia el canal de Panamá.
Y aunque en Colima la delincuencia criminal no se haga tan obvia como en muchos estados del país, no deja de actuar de modo sigiloso, constante y a lo grande en el puerto de Manzanillo, sobre todo porque en la medida en que se hace más intensa la guerra entre los cárteles de las drogas, y entre éstos y el gobierno federal, la importancia logística de los patios gobernados por la API, incrementa su valor geoestratégico y de redistribución.
Esta es una realidad ante la cual infelizmente Colima no se puede aislar, rodeado como está de Jalisco y Michoacán, entidades en las que como acontece en todo el occidente mexicano, el poder de las mafias en disputa sigue siendo de los más fuertes de la nación, como quedó otra vez demostrado con los 43 ejecutados en menos de 48 horas, este puente del 1º de mayo, 16 ocurridos en Guerrero, 9 en Sinaloa -6 de los cuales eran policías-, y 7 en Zacatecas, hecho que duplicó a 8.5 el promedio de asesinatos de esta índole, diarios.
Y dicha realidad nos remite a una espiral de violencia sólo vista en México, en el período de la revolución, hecho dramático que ya no podemos evadir por todo lo que ello, en términos de salud “mental” y antropológica implica, pues nada más entre diciembre 2006 y mayo 2008 están falleciendo en medio de esta narco-guerra feroz, 205 personas por mes, mientras que en la guerra de Iraq el número de muertos entre los distintos bandos en combate, no supera los 100 en lapso similar.
Y así como está aconteciendo con los grandes problemas nacionales, educación, reforma energética, la de Estado y otras, todas en suspenso, la mayor parte de los gobernantes de todos los partidos se están quedando muy cortos, ante semejante reto de violencia criminal, que por su magnitud, ya debería de estar concitando la unión reflexiva y activa de por lo menos los sectores más lucidos de la sociedad, pues por otro lado el consumo de metanfetaminas y otras peligrosas substancias químicas, es algo ya serio entre amplios segmentos de la juventud aquí en nuestra entidad. No hay día que la prensa local no informe de detenciones a mafiosillos menores, y principalmente a consumidores de drogas sintéticas. Y es tan grave la situación, que para este miércoles el presidente de la CNDH, José Luis Soberanes, advertía que la capacidad del Estado ha quedado rebasada por la inseguridad y la criminalidad, apuntando que en estos momentos sería “suicida” sacar de esta lucha al ejército federal. En tan lúgubre escenario, estados como Tamaulipas o Baja California ya se ven afectados y con focos rojos, por la extorsión, el narcotráfico y el cobarde secuestro.
El asesinato entonces hoy, de Édgar Millán, coordinador general de seguridad regional de la PFP, permite entrever que como sostiene don Luis de la Barreda, director del Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad, “la inteligencia policial en México ha sido destruida”. No se explica cómo el hombre de mayor confianza de Eduardo Medina Mora, y el de más alta capacitación en la materia, no tuviera al momento de su ejecución un adecuado cuerpo de protección.

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