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sábado, 3 de mayo de 2008

Buenos Aires: un nuevo proyecto “portuario” que debe analizarse sin falsas urgencias

Fuente: Nuestromar

(FNM) Noticias recientes, dan cuenta de la propuesta de construcción de un complejo urbano denominado “Bicentenario de la República”, a desarrollarse en inmediaciones de la Dársena Norte del Puerto de Buenos Aires.

(FNM)De acuerdo con lo informado por la edición digital del diario La Nación, se trata de un complejo turístico, comercial y cultural que sería levantado sobre los viejos edificios del hotel y del sanatorio de los Inmigrantes, en la citada zona de Puerto Madero.

El proyecto fue presentado pocos días atrás por un grupo empresario a la Presidenta de la Nación. Según sus autores, “plantea la generación de un nuevo espacio urbano en la ciudad de Buenos Aires con vistas a la celebración de los 200 años del nacimiento de la Nación".

Plantea también, hay que decirlo, serios interrogantes. Veamos algunos.

Excepto por la construcción de una “Terminal de Cruceros”, el grueso de las obras a erigirse son absolutamente ajenas a los propósitos y funciones de un “puerto”. Vale la pena recordar al respecto, que en términos del artículo 2º de la Ley 24.093, se denomina “puertos”, a los “ámbitos acuáticos y terrestres naturales o artificiales e instalaciones fijas aptos para las maniobras de fondeo, atraque y desatraque y permanencia de buques o artefactos navales para efectuar operaciones de transferencia de cargas entre los modos de transportes acuático y terrestre o embarque y desembarque de pasajeros, y demás servicios que puedan ser prestados a los buques o artefactos navales, pasajeros y carga”.

Más aún, el funcionamiento de las torres de oficinas y viviendas y de los amplios edificios comerciales anunciados – que constituyen el verdadero “núcleo duro” de este tipo de proyectos - no hará otra cosa que aumentar las ya enormes complicaciones de operación del “verdadero” puerto de Buenos Aires. Difícil resulta por ejemplo, imaginar las consecuencias en materia de tránsito vehicular, ya hoy caótico, cuando se agreguen miles de personas y vehículos, al flujo diario en ese crítico sector.

Se trataría de continuar “construyendo ciudad” contra y en detrimento de la función portuaria, tal como ha venido ocurriendo durante los últimos años. Vale la pena recordar al respecto, que el nuevo emplazamiento se sumaría a las grandes aglomeraciones urbanas permanentes, que se han ido instalando en las áreas del puerto a vista, paciencia – y fomento – de las autoridades gubernamentales de las últimas décadas.

No parece exagerado afirmar entonces, que la “convivencia” entre la actual actividad portuaria y las del nuevo emprendimiento inmobiliario propuesto, resultará virtualmente imposible. Y que la aprobación de este último, implicaría la adopción de una clara decisión en el sentido de proceder al desalojo de las actuales terminales de carga y descarga, lo que debería anunciarse formalmente, junto con las medidas y costos previstos para el desplazamiento paulatino del puerto de Buenos Aires.

Igualmente dudosa aparece la cuestión de la conveniencia misma de permitir este tipo de urbanizaciones en la zona bajo análisis. Es bastante claro que si algo no parece necesitar Buenos Aires, muy particularmente en su zona céntrica, son nuevas aglomeraciones urbanas.

En un análisis ambiental de reciente publicación, la administración de la ciudad de Buenos Aires sostiene que: “si bien la ciudad posee amplios parques y reservas aún no alcanza los parámetros internacionales, y su mayor carencia se registra en la escala local de uso cotidiano, especialmente en las zonas de mayor crecimiento en altura, que plantean demandas crecientes de espacios abiertos. Las costas de los ríos y la existencia de grandes predios desactivados por el ferrocarril y equipamientos obsoletos, representan oportunidades importantes para el desarrollo de espacios públicos ligados al verde”.

Según lo anunciado, el proyecto contempla la construcción de “seis torres de viviendas y oficinas sobre Catalinas con 240.000 y 120.000 m2 de edificios comerciales situados entre 5000 m2 de parques públicos”, lo que no parece en principio reflejar el concepto planteado en el párrafo anterior.

En la idea de los potenciales inversores, “se procuraría integrar esos edificios al aspecto moderno del sector de Puerto Madero”. El problema con esta idea – que no dudamos tendrá sobradas justificaciones desde el punto de vista arquitectónico – es que lejos de detener el asfixiante e insano crecimiento de la ciudad, proveerá seguramente, argumentos para que en una próxima etapa, más y más nuevas torres continúen “integrando” y “extendiendo” sin coto alguno, el “moderno aspecto del sector”….

Gracias a los importantes avances del conocimiento científico, sabemos hoy de la particular fragilidad de las zonas costeras. No es posible ya ignorar la absoluta necesidad de proceder a un ordenamiento integrado y sensato de estos sensibles y vitales espacios, que no incluye precisamente la profusión de este tipo de emprendimientos.

Sin embargo, la respuesta a este conocimiento parece traducirse en nuestro medio, en nuevos proyectos de “urbanización costera” – que incluyen indefectiblemente la construcción de edificación en torres - y que se multiplican tanto en la ciudad, como hacia el norte y el sur del conurbano, en algunos casos con propuestas decididamente irresponsables, como las planteadas no hace mucho en Vicente López.

En épocas en que los acontecimientos suelen sorprender con más frecuencia que la deseada a nuestras autoridades ambientales, será muy bueno que –tanto en el ámbito de la Nación como en el de la Ciudad - tomen nota de esta propuesta con tiempo, y se pronuncien claramente sobre su conveniencia. La denominación escogida para el emprendimiento -“Bicentenario de la República”-, puede inducir a una falsa “lógica” sobre la necesidad de darle curso rápido, de modo que todo esté listo para el “momento de la celebración”.

Hasta aquí algunos de los principales interrogantes que este proyecto presenta. No son los únicos ciertamente, pero entendemos tienen suficiente magnitud como para dejar planteada la necesidad de cumplir con un proceso de análisis y debate serio, participativo, y –fundamentalmente - desprovisto de injustificadas urgencias.

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