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domingo, 20 de enero de 2008

Cuando casi nada es lo que parece

Fuente: La Voz de Galicia

En la compleja crisis que afecta al sector, cada uno cuenta la feria según le va, pero la impresión generalizada es que en cada análisis quedan partes interesadamente ocultas

Autor: Jorge Casanova

Pero ¿qué le ha pasado a la pesca?, ¿qué ha ocurrido en estos treinta años para que la abundancia de los ochenta haya trocado en protestas permanentes por lo precario del sector? Nadie lo explica muy bien, pero resulta evidente que cada uno cuenta la feria según sus intereses y todo el mundo oculta una parte del problema.
Primer argumento. ¿Hay pescado o no hay pescado? Domingo Rey, el patrón mayor de la cofradía lo tiene claro: «Hay el mismo pescado que siempre. El año pasado fue un año en el que se cogió mucha merluza. El problema está en que los costes han subido muchísimo y el pescado tiene el mismo precio que en los años ochenta». La réplica me la encuentro en una caseta de pescadores de bajura: «El pescado vale lo mismo porque es más pequeño; y es más pequeño porque no se deja crecer. Al que trae una merluza de quince kilos, como las que se traían entonces, se la pagan muy bien. Pero de esas ya no hay».
La subvención que han recibido los modernos barcos de la flota es otra cuestión flexible, que se estira o se contrae según quién lo cuente. Por el puerto se recuerda que los barcos llegaron a recibir subvenciones de hasta el 60% mientras que los armadores aseguran que la modernísima flota de Celeiro, cuya antigüedad media ronda los cinco años, muestra barcos que cuestan unos tres millones de euros, de los que la subvención alcanzó algo menos de un tercio.
Otra mentirijilla es la que afecta a la potencia declarada de los barcos. Aunque prácticamente todos han sido modernizados recientemente, ninguno ha variado la potencia de su barco. «Fíjese -explica un experimentado patrón frente a una página de La Voz que explica el naufragio del Cordero-, aquí dice que el barco tenía una potencia de 265 caballos, pero eso no da ni para mover las máquinas que recogen las redes». Todos los buques tienen una potencia muy superior a la declarada, una maniobra tolerada por todas las Administraciones y que permite que más barcos quepan en la misma capacidad pesquera. Es decir, si todos los barcos declararan la verdadera potencia que tienen, la capacidad pesquera de la flota gallega se multiplicaría y muchos buques tendrían que dejar de faenar.
¿Quién manda?
La responsabilidad del que manda salir también se mueve en difusas fronteras. «Hoy en día -asegura el patrón mayor-, el armador hace caso al patrón y nadie arriesga la vida por unas cajas de pescado. Y el armador no está en posición de presionar demasiado, porque la mano de obra escasea». El jubilado del bar, un tipo al que la retranca le supura, ni confirma ni desmiente: «En un equipo de fútbol mandan dos: el presidente y el entrenador, pero ¿quién manda de verdad?». En otro punto de puerto, un patrón de bajura enumera los penosos costes que tiene que afrontar en cada viaje: «Tal y como están las cosas, ¿cómo no se va a arriesgar a la hora de salir? Los pequeños, si no salimos, no gastamos, pero los grandes gastan aunque estén amarrados, porque la Seguridad Social hay que pagarla».
Es innegable el encarecimiento de los costes, uno de los pocos asuntos sobre los que se halla unanimidad, pero todo lo que tiene que ver con los beneficios es más confuso. ¿Cuánto gana un marinero? Tradicionalmente, la tripulación va a partes. Del total de la pesca, se descuenta el coste del viaje. De lo que queda, el armador se lleva la mitad y el resto se lo reparten los marineros. La posibilidad de intervenir en las cuentas de ese proceso es amplia y sobre el asunto se pueden escuchar muchas leyendas, así que ¿cuánto gana un marinero? Si engancha un buen par de mareas, puede ponerse en dos mil euros al mes. Pero también puede salir por mucho menos. Los indonesios, la parte más nutrida de la marinería que se embarca hacia el Gran Sol, ingresan entre 1.100 y 1.200 cada mes. De ahí tienen que satisfacer sus acuerdos con la empresa que les consiguió el empleo y los mantiene cuando están en tierra. ¿Cuánto se queda la empresa? Hay una leyenda negra por el pueblo que asegura que mucho y que viven hacinados en el pueblo. La empresa lo niega: «Cuando hay muchos en tierra y no hay sitio en los pisos, cogemos habitaciones de hotel», explica una portavoz de Fishing Work Corporation. Lo cierto es que los indonesios no se quejan y que, aparentemente, se conforman.
La irrupción de esta nueva marinería ha cambiado las características del reparto de las ganancias y el tradicional 50-50 entre armador y tripulación, empieza a negociarse en otros términos, que en algunos casos rondan el 58-42 a favor del propietario.

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