Fuente: Dinero
El remolque marítimo es una actividad que ha tenido un crecimiento sorprendente. Ahora está en una fase de expansión internacional.
Coveñas, atrás en mínima". Es la instrucción que recibe el remolcador que ayuda en la salida del puerto de Cartagena al buque de contenedores de 6.000 toneladas, Licorne, de bandera liberiana.
El agua espumea detrás de las hélices del Coveñas, impulsadas por un motor de 4.200 caballos de fuerza, y la mole metálica del Licorne comienza a despegar su casco del muelle. Poco después, el piloto del buque agradece por radio la labor del remolcador e inicia su ruta hacia mar abierto.
Esta es una de las 300 maniobras mensuales de atraque y desatraque que hacen los remolcadores en el puerto de Cartagena. Este negocio no es muy conocido en el país, pero ha ganado una importancia sorprendente. Con el aumento del movimiento de carga marítima, la actividad se ha expandido incluso más allá de las fronteras. El movimiento de carga creció 66% entre 2006 y 2008.
El mercado doméstico de remolque marítimo es de cerca de $57.000 millones al año en las operaciones de Cartagena, Santa Marta, Barranquilla, Buenaventura y Coveñas. Así lo estima el coronel Antonio Sandoval, director ejecutivo de la Asociación de Remolcadores de Colombia, Asorecol.
Es un mercado atendido principalmente por seis empresas: Coremar, Retramar, Intertug, Equimac, Serport y Serviport -una filial de Ecopetrol-. Pero la fortaleza financiera y la pericia de algunas de ellas han hecho que hoy presten servicios en otros países, como Panamá, Venezuela, Honduras, México y Brasil.
No son inversiones pequeñas. Un remolcador mediano puede valer entre US$500.000 y US$20 millones y son rentables porque hay trabajo suficiente. "Los colombianos hemos demostrado que somos iguales o mejores que los operadores internacionales", dice Alfonso Piñeres de Intertug.
El momento para estas empresas es bueno. Por ser exportadoras de servicios, la devaluación ayudó a mejorar sus ingresos, para cubrir los costos de mano de obra y combustible.
Hoy, estas compañías están en una fase de expansión de su campo de negocios. En opinión del coronel Sandoval, las firmas colombianas de remolque trabajan por adquirir mayor capacidad para hacer rescates, búsqueda y salvamento, otras de las actividades de los remolcadores; al igual que la de extinción de incendios o control de derrames petroleros. "Sin embargo, falta conocimiento. Los equipos ya los tienen; tal vez faltan algunos pocos de los más grandes", señala Sandoval.
La segunda vía para la expansión del negocio es la de la exploración petrolera mar afuera. Las firmas colombianas han hecho movimientos de plataformas marinas de perforación, tal vez la maniobra más compleja y la mejor remunerada en esta industria. Para Oscar Páez, gerente de división de Coremar, es la mejor forma de crecer.
La tercera vía esa la de mantener los estándares de calidad y servicio renovando sus equipos. Los nuevos remolcadores son de propulsión azimutal, con hélices que se pueden mover 360°. En la misma línea, la asociación impulsa una ley que hace curso en el Congreso, que pretende obligar a las empresas de remolque a certificar la calidad de su servicio y a proteger el mercado local para las empresas colombianas.
Si pasa, la ley haría que los remolcadores que operen en el país estén abanderados en Colombia, como ocurre en los demás países grandes de América Latina.
A la vez, los barcos que presten este servicio deben estar certificados por alguna de las clasificadoras navales del mundo, como Lloyd's, ABS o Rina. Esto para que no se preste el servicio con naves que no tengan la capacidad de manejar el peso de uno de los grandes buques que llegan a puerto.
Los empresarios de este negocio siguen invirtiendo. En 2008 llegaron cuatro remolcadores nuevos para reemplazar los más viejos. Es la muestra de que ven cielos despejados y mar tranquilo para uno de los sectores más interesantes en el país.
Coveñas, atrás en mínima". Es la instrucción que recibe el remolcador que ayuda en la salida del puerto de Cartagena al buque de contenedores de 6.000 toneladas, Licorne, de bandera liberiana.
El agua espumea detrás de las hélices del Coveñas, impulsadas por un motor de 4.200 caballos de fuerza, y la mole metálica del Licorne comienza a despegar su casco del muelle. Poco después, el piloto del buque agradece por radio la labor del remolcador e inicia su ruta hacia mar abierto.
Esta es una de las 300 maniobras mensuales de atraque y desatraque que hacen los remolcadores en el puerto de Cartagena. Este negocio no es muy conocido en el país, pero ha ganado una importancia sorprendente. Con el aumento del movimiento de carga marítima, la actividad se ha expandido incluso más allá de las fronteras. El movimiento de carga creció 66% entre 2006 y 2008.
El mercado doméstico de remolque marítimo es de cerca de $57.000 millones al año en las operaciones de Cartagena, Santa Marta, Barranquilla, Buenaventura y Coveñas. Así lo estima el coronel Antonio Sandoval, director ejecutivo de la Asociación de Remolcadores de Colombia, Asorecol.
Es un mercado atendido principalmente por seis empresas: Coremar, Retramar, Intertug, Equimac, Serport y Serviport -una filial de Ecopetrol-. Pero la fortaleza financiera y la pericia de algunas de ellas han hecho que hoy presten servicios en otros países, como Panamá, Venezuela, Honduras, México y Brasil.
No son inversiones pequeñas. Un remolcador mediano puede valer entre US$500.000 y US$20 millones y son rentables porque hay trabajo suficiente. "Los colombianos hemos demostrado que somos iguales o mejores que los operadores internacionales", dice Alfonso Piñeres de Intertug.
El momento para estas empresas es bueno. Por ser exportadoras de servicios, la devaluación ayudó a mejorar sus ingresos, para cubrir los costos de mano de obra y combustible.
Hoy, estas compañías están en una fase de expansión de su campo de negocios. En opinión del coronel Sandoval, las firmas colombianas de remolque trabajan por adquirir mayor capacidad para hacer rescates, búsqueda y salvamento, otras de las actividades de los remolcadores; al igual que la de extinción de incendios o control de derrames petroleros. "Sin embargo, falta conocimiento. Los equipos ya los tienen; tal vez faltan algunos pocos de los más grandes", señala Sandoval.
La segunda vía para la expansión del negocio es la de la exploración petrolera mar afuera. Las firmas colombianas han hecho movimientos de plataformas marinas de perforación, tal vez la maniobra más compleja y la mejor remunerada en esta industria. Para Oscar Páez, gerente de división de Coremar, es la mejor forma de crecer.
La tercera vía esa la de mantener los estándares de calidad y servicio renovando sus equipos. Los nuevos remolcadores son de propulsión azimutal, con hélices que se pueden mover 360°. En la misma línea, la asociación impulsa una ley que hace curso en el Congreso, que pretende obligar a las empresas de remolque a certificar la calidad de su servicio y a proteger el mercado local para las empresas colombianas.
Si pasa, la ley haría que los remolcadores que operen en el país estén abanderados en Colombia, como ocurre en los demás países grandes de América Latina.
A la vez, los barcos que presten este servicio deben estar certificados por alguna de las clasificadoras navales del mundo, como Lloyd's, ABS o Rina. Esto para que no se preste el servicio con naves que no tengan la capacidad de manejar el peso de uno de los grandes buques que llegan a puerto.
Los empresarios de este negocio siguen invirtiendo. En 2008 llegaron cuatro remolcadores nuevos para reemplazar los más viejos. Es la muestra de que ven cielos despejados y mar tranquilo para uno de los sectores más interesantes en el país.
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