Fuente: Diario de Ibiza
El `Christina O´, el histórico barco de recreo frecuentado por altos mandatarios, ricos y famosos y que fue una herramienta de trabajo y símbolo de poder para Aristóteles Onassis, pasa dos días en Eivissa. En este yate navegaron personajes míticos como John Fitzgerald Kennedy o Marilyn Monroe, y la soprano Maria Callas se rindió al acoso del armador griego. En esta ocasión, el `Christina O´ sólo transporta a ocho pasajeros, cuya identidad se mantiene en secreto. EIVISSA JAVIER ORTEGA FIGUEIRAL Al ex-premier Winston Churchill le encantaba pasar las horas sentado en su popa, Eva Peron disfrutó del sol en su cubierta, Frank Sinatra bebió litros de cócteles preparados por los camareros de a bordo, John Fitzgerald Kennedy viajó varios días en él por el Mediterráneo, Marilyn Monroe se dejó seducir por las olas del Egeo y la soprano Maria Callas cayó allí en los brazos de Onassis, el dueño del `Christina´, un yate emblemático donde poderosos, millonarios y celebridades disfrutaban de una vida informal pero lujosa en los años 50, 60 y 70, agasajados por el famoso armador griego.
Este barco de recreo, de casi 100 metros de eslora, escenario de historias conocidas y probablemente de otras muy sabrosas que nunca han trascendido, llegó ayer por la tarde a Eivissa, donde quedó fondeado frente al puerto hasta hoy a mediodía.
La historia del yate es casi tan interesante como las que han sucedido en su interior. Se botó en 1943 como fragata de la clase river el `Stormont´, de la Real Armada Canadiense. Era un tipo de barco que escoltaba a convoyes marítimos en travesías atlánticas durante la Segunda Guerra Mundial. Tras el conflicto, el `Stormont´ fue uno de los muchos excedentes militares que se subastaron y Onassis lo adquirió en 1954 para convertirlo en su residencia más querida; invirtió cuatro millones de dólares en su reforma. Cuando empezó a utilizarlo, sus propiedades en tierra pasaron a un segundo termino, incluso sobre Skorpios, su isla privada en Grecia o sus apartamentos en Mónaco, Francia o su casa en Nueva York.
Como amante del mar, Aristóteles Sócrates Onassis, Ari para los suyos, se sentía libre y en su medio natural oliendo a yodo y salitre cuando navegaba a bordo del `Christina´, bautizado así en honor a su hija. Su primera esposa decía que el armador quería al barco sobre cualquier otra cosa en el mundo, como así atestiguaban sus tripulantes, quienes sabían que cualquier mínimo daño que sufriera el barco, aunque fuese una mancha, conllevaba el despido fulminante y el desembarque del responsable, allí donde estuvieran.
Ser uno de los empresarios más poderosos y peculiares del mundo le llevó a invitar continuamente a bordo a todo tipo de personas, sobre todo aquellos que le podían aportar algo a sus negocios. También alojaba a personalidades a las que admiraba y a otros potenciales competidores a los que pretendía deslumbrar, con lo que en los numerosos cruceros que organizaba se reunían personajes de lo más dispar, pero siempre con los denominadores comunes del glamour y el poder.
Tanto por sus huéspedes como por las medidas -fue el yate más grande del mundo durante muchos años- su presencia no pasaba desapercibida en los puertos por los que recalaba. A bordo todo era lujoso, sofisticado y en ocasiones algo hortera y pretencioso, aunque a Ari se le perdonaban sus excentricidades. Una broma muy repetida que hacía a las mujeres primerizas en los viajes a bordo, a las que el armador comentaba de manera literal: «querida, estás sentada sobre la polla de una ballena», cuando estaban acomodadas en uno de los taburetes de la barra de bar, forradas con la suavísima piel del glande de cetáceo.
Otra peculiaridad del barco era que portaba un hidroavión en su cubierta para llevar y traer invitados que no podían estar demasiados días a bordo, como fue el caso de la soprano Maria Callas, a quien Ari invitó a pasar unos días a bordo junto a su marido entre función y función y a quien quiso seducir desde el primer instante que subió al yate, lo que dio lugar a una historia de amor más similar a una tragedia griega -ambos lo eran- que a un romance, algo parecido a lo que sucedió posteriormente con Jacqueline Bouvier, primero señora de Kennedy y luego de Onassis.
El brillo naval se fue apagando a medida que su propietario envejeció y ganó enemigos. Tras la muerte de Ari en 1975, su hija heredó el `Christina´ y poco después lo cedió al gobierno griego para que fuese usado como yate presidencial con el nuevo nombre de `Argo´. Así, jefes de estado como Constantino Karamanlis o Christos Satrtzezakis usaron rara vez el barco para no ser acusados de ostentación innecesaria, lo que hizo que éste sufriese un deterioro notable hasta que J.P. Papanicolau hizo una oferta al gobierno para que regresase a manos privadas.
El barco entró en astilleros pocos días después de su adquisición y durante 15 largos meses fue sometido a una reforma integral de todos sus detalles, restaurando los elementos mas simbólicos y renovando todos los detalles técnicos y decorativos del yate.
Papanicolau le devolvió el nombre original, al que se añadió la O en recuerdo del apellido mas famoso de la historia griega moderna quizá con el permiso de la Callas o de la actriz Irene Papas. La reforma le colocó técnicamente en el siglo XXI, respetando un aire clásico, que es lo que buscan ahora las personas que actualmente lo alquilan por unas tarifas que varían desde los 45.000 a 65.000 euros diarios dependiendo de la ocupación que tenga el barco, capaz de llevar 36 pasajeros, atendidos por 34 tripulantes.
En esta visita, el `Christina O´ lleva tan sólo ocho pasajeros a bordo, que bajarán a tierra en una de las lanchas auxiliares del yate, en la que también podrán subir a bordo los posibles invitados ibicencos. Como suele ocurrir en este tipo de viajes privados, la discreción sobre la identidad de los pasajeros, sus intenciones en las Pitiüses y cualquier otro tipo de detalle es totalmente opaco.
Tras el casco blanco del barco y en sus espacios exteriores, el espacio está dividido en cinco cubiertas. En la más alta hay un bar y la zona de solárium, en la siguiente, el puente de mando y la gran suite de tres habitaciones, de unos cien metros cuadrados en la que se ha mantenido la estructura que creó su dueño original, de ahí que se siga llamando la `suite Onassis´.
En la planta inmediatamente inferior están las zonas comunes del barco: una librería, una sala de masajes, un pequeño cine, gimnasio y un jacuzzi. Bajo esta hay diez camarotes dobles, el comedor principal, el bar con sus famosos taburetes -forrados esta vez con material menos exótico-, un gran salón de estar, la helisuperficie y una piscina, que pulsando simplemente un botón se convierte en una pista de baile al aire libre. En el resto del barco hay más camarotes y espacios para la tripulación.
Según lo programado y solicitado a la Autoridad Portuaria, a las doce del mediodía, el `Christina O.´ levará anclas y pondrá rumbo a Marsella. Comparado con los megayates actuales, quizá la antigua residencia marítima de Onassis pueda parecer más sencillo, pero su historia y anécdotas lo convierten en un barco irrepetible.
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viernes, 20 de junio de 2008
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