Fuente: El Télégrafo
GUILLAUME LONG
glong@telegrafo.com.ec
El miércoles se venció el plazo para que los países signatarios de la Convención sobre el Derecho del Mar (Convemar) sometieran nuevos reclamos sobre su plataforma continental. A grandes rasgos, esto significa que algunos podrán extender su dominio sobre el mar y el lecho marino más allá de sus 200 millas de zona económica exclusiva. La idea es que un país puede extender su control si logra demostrar que su plataforma continental está conectada con el lecho marino. Un equipo de científicos luego estudiará los aspectos geofísicos de cada reivindicación y dirimirá los reclamos de cada país.
Esta semana, por lo tanto, han resurgido un sinnúmero de reivindicaciones, algunas más serias que otras, que han hecho reflotar antiguas riñas territoriales.
Los puntos neurálgicos serán el Atlántico Sur y el problema de las Malvinas, el Mar de China, con reivindicaciones muy conflictivas, el Polo Norte, y la Antártica. El Polo Norte, por ejemplo, ha sido reclamado por los rusos de manera bastante agresiva, que han mandado un mini-submarino a clavar una bandera rusa (a prueba de corrosión) en el lecho marino de bajo del polo norte. El hecho no está exento de simbolismo, y fotos de la bandera ondeante (si cabe el término) abundan en la Internet. Dinamarca, que abarca a Groenlandia como territorio del Reino de Dinamarca, se opone por supuesto a las pretensiones rusas.
La Antártica es aún más problemática; además porque se sale del ámbito de acción de la Convemar por dimensiones territoriales no relevantes aquí. En el mediano plazo seguirá imperando el estatus quo del Tratado Antártico de 1961. Pero es probable que los reclamos de soberanía sobre el continente sigan agudizándose en el tiempo, en particular porque esconden abundantes recursos debajo de su capa de hielo. En la actualidad, costos demasiado altos imposibilitan la extracción de minerales, pero algún día llegará la tecnología necesaria. Lastimosamente, el deshielo progresivo de la Antártica, enemigo de la humanidad, será el amigo del extractivismo desenfrenado.
A la final, estas rivalidades oceánicas, algunas públicas, otras menos conocidas, pondrán a prueba la fortaleza de la Convemar. Por un lado, resulta claro que los no-miembros de la Convemar están excluidos del proceso de negociación sobre la plataforma continental. El rumor es, por lo tanto, que la administración Obama se adherirá lo más pronto posible a la Convemar, para poder, desde la legalidad internacional, oponerse a las ambiciones de ciertos estados miembros. La adhesión de EE.UU. fortalecerá notoriamente a la Convemar, dejando por fuera del tratado una pequeña minoría de países no signatarios, como el Ecuador. Por otro lado, la posible incapacidad para dirimir ciertos conflictos por parte de los científicos de la Convemar podría hacer que la convención se debilite, o que los perdedores la rechacen.
Hoy, resulta claro que el derecho marítimo es el único que nos puede rescatar de los potenciales conflictos de la anarquía oceánica. Pero no hay que confundir derecho marítimo con problemas de reivindicación de soberanía territorial, descolonización, etc. Independientemente de la Convemar, ¡las Malvinas son y seguirán siendo argentinas!
glong@telegrafo.com.ec
El miércoles se venció el plazo para que los países signatarios de la Convención sobre el Derecho del Mar (Convemar) sometieran nuevos reclamos sobre su plataforma continental. A grandes rasgos, esto significa que algunos podrán extender su dominio sobre el mar y el lecho marino más allá de sus 200 millas de zona económica exclusiva. La idea es que un país puede extender su control si logra demostrar que su plataforma continental está conectada con el lecho marino. Un equipo de científicos luego estudiará los aspectos geofísicos de cada reivindicación y dirimirá los reclamos de cada país.
Esta semana, por lo tanto, han resurgido un sinnúmero de reivindicaciones, algunas más serias que otras, que han hecho reflotar antiguas riñas territoriales.
Los puntos neurálgicos serán el Atlántico Sur y el problema de las Malvinas, el Mar de China, con reivindicaciones muy conflictivas, el Polo Norte, y la Antártica. El Polo Norte, por ejemplo, ha sido reclamado por los rusos de manera bastante agresiva, que han mandado un mini-submarino a clavar una bandera rusa (a prueba de corrosión) en el lecho marino de bajo del polo norte. El hecho no está exento de simbolismo, y fotos de la bandera ondeante (si cabe el término) abundan en la Internet. Dinamarca, que abarca a Groenlandia como territorio del Reino de Dinamarca, se opone por supuesto a las pretensiones rusas.
La Antártica es aún más problemática; además porque se sale del ámbito de acción de la Convemar por dimensiones territoriales no relevantes aquí. En el mediano plazo seguirá imperando el estatus quo del Tratado Antártico de 1961. Pero es probable que los reclamos de soberanía sobre el continente sigan agudizándose en el tiempo, en particular porque esconden abundantes recursos debajo de su capa de hielo. En la actualidad, costos demasiado altos imposibilitan la extracción de minerales, pero algún día llegará la tecnología necesaria. Lastimosamente, el deshielo progresivo de la Antártica, enemigo de la humanidad, será el amigo del extractivismo desenfrenado.
A la final, estas rivalidades oceánicas, algunas públicas, otras menos conocidas, pondrán a prueba la fortaleza de la Convemar. Por un lado, resulta claro que los no-miembros de la Convemar están excluidos del proceso de negociación sobre la plataforma continental. El rumor es, por lo tanto, que la administración Obama se adherirá lo más pronto posible a la Convemar, para poder, desde la legalidad internacional, oponerse a las ambiciones de ciertos estados miembros. La adhesión de EE.UU. fortalecerá notoriamente a la Convemar, dejando por fuera del tratado una pequeña minoría de países no signatarios, como el Ecuador. Por otro lado, la posible incapacidad para dirimir ciertos conflictos por parte de los científicos de la Convemar podría hacer que la convención se debilite, o que los perdedores la rechacen.
Hoy, resulta claro que el derecho marítimo es el único que nos puede rescatar de los potenciales conflictos de la anarquía oceánica. Pero no hay que confundir derecho marítimo con problemas de reivindicación de soberanía territorial, descolonización, etc. Independientemente de la Convemar, ¡las Malvinas son y seguirán siendo argentinas!
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