Fuente: Radio Rebelde
Lea Aneiro Rodríguez Periodista de Rebelde
LA HABANA, CUBA.- Desde hace varios años el ostensible cambio climático que experimenta el planeta Tierra se ha convertido en una realidad alarmante para la comunidad científica. Y aunque diversas fuerzas implicadas -que dominan a su vez buena parte de los medios de comunicación- intenten silenciar el fenómeno u opacar la magnitud del peligro, resultan contundentes las investigaciones difundidas al respecto.
La principal víctima: nuestros océanos, cuya transformación está alcanzando límites inéditos.
Para la bióloga marina de la Universidad Estatal de Oregon, en Estados Unidos, Jane Lubchenco, los océanos del mundo están pasando por profundos cambios físicos, químicos y biológicos, con disímiles impactos que apenas empiezan a sentirse.
Según un panel de científicos, reunidos a inicios de este año en el encuentro anual de la American Association for the Advancement of Sciencie, los rastros de esa modificación perjudicial pueden apreciarse tanto en el aumento de la temperatura y acidez del agua marítima, como en el trastorno de la circulación atmosférica y oceánica.
La causa principal, que especifica con nombre y apellido el cuestionado fenómeno: las emisiones de gases invernadero, responsables del aumento dramático de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera, los cuales son absorbidos por los fondos oceánicos en cantidades igualmente desproporcionadas, poniendo en peligro los ecosistemas marinos y, a su vez, los medios de subsistencia de millones de personas.
Desde los inicios de la Revolución Industrial, la acidez de los mares ha aumentado en un 30 por ciento, centenar de veces más rápido que cualquier otra modificación anterior a este fenómeno ocurrida en millones de años, informó un comunicado oficial emitido por la UNESCO, ante la necesidad de alertar a los responsables de la adopción de medidas políticas.
El oceanógrafo norteamericano, Jack Barth, asegura que las zonas marítimas muertas por insuficiencia de oxígeno, aparecidas en la costa noroeste de los Estados Unidos desde el año 2000, no tienen precedentes durante las últimas cinco décadas de observación científica, y pueden guardar relación con los vientos más fuertes y más persistentes que se espera ocurran con el calentamiento global.
“Hace dos décadas, los vientos duraban tres o cuatro días y luego disminuían.
Ahora pueden perdurar de 20 a 40 días antes de calmarse. Esto crea impactos significativos sobre la inversión vertical y la productividad biológica, pues los impactos pueden ir inesperadamente de un extremo a otro y son difíciles de predecir”, afirma Barth.
Mediante el uso de satélites de la NASA, científicos que estudian las relaciones entre el clima y la actividad de las plantas oceánicas que componen el fitoplancton, dan fe de los cambios desfavorables asociados a la disminución de los procesos de fotosíntesis y a las temperaturas oceánicas.
A pesar de su tamaño microscópico, el fitoplancton oceánico es de suma importancia para el hombre y todos los seres vivos aeróbicos en general, pues es responsable de la mitad del oxígeno que respiramos, aproximadamente, además de ser la base de las redes alimenticias oceánicas que sustentan parte de la alimentación global.
La acidificación de los océanos también afecta a animales que constituyen hábitat críticos para otros organismos. Entre aquellos que se ven perjudicados de forma directa están los pterópodos (caracoles marinos), almejas, ostras, langostas y corales, los más amenazados de todos.
“Ya hemos perdido alrededor del 80 por ciento de los corales en arrecifes del Caribe durante las últimas tres décadas, y las pérdidas en el Océano Pacífico también se están expandiendo y haciendo severas,” afirma la bióloga marina del Instituto Smithsonian, Nancy Knowlton.
“Estos arrecifes ya están bajo amenaza debido a la sobrepesca y a la contaminación local y, a menos que se tomen cuanto antes acciones drásticas para reducir las emisiones de gases invernadero, los arrecifes cesarán de existir tal como los conocemos”, dijo.
Incluso un calentamiento moderado, de uno o dos grados por encima de las temperaturas máximas normales, pueden causar una rotura en la relación entre los corales y sus algas simbióticas, zooxantelas, sin las cuales se tornan “blanqueados”, crecen de forma más lenta, son más susceptibles a enfermedades y pueden no reproducirse.
Las alertas nunca serán suficientes. Mientras más voces se sumen a la perentoria carrera por salvar nuestras mayores reservas acuáticas, de una biodiversidad sin límites para el imaginario de la humanidad, mayores serán las posibilidades de una transformación rotunda que detenga o revierta el proceso destructivo.
Lea Aneiro Rodríguez Periodista de Rebelde
LA HABANA, CUBA.- Desde hace varios años el ostensible cambio climático que experimenta el planeta Tierra se ha convertido en una realidad alarmante para la comunidad científica. Y aunque diversas fuerzas implicadas -que dominan a su vez buena parte de los medios de comunicación- intenten silenciar el fenómeno u opacar la magnitud del peligro, resultan contundentes las investigaciones difundidas al respecto.
La principal víctima: nuestros océanos, cuya transformación está alcanzando límites inéditos.
Para la bióloga marina de la Universidad Estatal de Oregon, en Estados Unidos, Jane Lubchenco, los océanos del mundo están pasando por profundos cambios físicos, químicos y biológicos, con disímiles impactos que apenas empiezan a sentirse.
Según un panel de científicos, reunidos a inicios de este año en el encuentro anual de la American Association for the Advancement of Sciencie, los rastros de esa modificación perjudicial pueden apreciarse tanto en el aumento de la temperatura y acidez del agua marítima, como en el trastorno de la circulación atmosférica y oceánica.
La causa principal, que especifica con nombre y apellido el cuestionado fenómeno: las emisiones de gases invernadero, responsables del aumento dramático de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera, los cuales son absorbidos por los fondos oceánicos en cantidades igualmente desproporcionadas, poniendo en peligro los ecosistemas marinos y, a su vez, los medios de subsistencia de millones de personas.
Desde los inicios de la Revolución Industrial, la acidez de los mares ha aumentado en un 30 por ciento, centenar de veces más rápido que cualquier otra modificación anterior a este fenómeno ocurrida en millones de años, informó un comunicado oficial emitido por la UNESCO, ante la necesidad de alertar a los responsables de la adopción de medidas políticas.
El oceanógrafo norteamericano, Jack Barth, asegura que las zonas marítimas muertas por insuficiencia de oxígeno, aparecidas en la costa noroeste de los Estados Unidos desde el año 2000, no tienen precedentes durante las últimas cinco décadas de observación científica, y pueden guardar relación con los vientos más fuertes y más persistentes que se espera ocurran con el calentamiento global.
“Hace dos décadas, los vientos duraban tres o cuatro días y luego disminuían.
Ahora pueden perdurar de 20 a 40 días antes de calmarse. Esto crea impactos significativos sobre la inversión vertical y la productividad biológica, pues los impactos pueden ir inesperadamente de un extremo a otro y son difíciles de predecir”, afirma Barth.
Mediante el uso de satélites de la NASA, científicos que estudian las relaciones entre el clima y la actividad de las plantas oceánicas que componen el fitoplancton, dan fe de los cambios desfavorables asociados a la disminución de los procesos de fotosíntesis y a las temperaturas oceánicas.
A pesar de su tamaño microscópico, el fitoplancton oceánico es de suma importancia para el hombre y todos los seres vivos aeróbicos en general, pues es responsable de la mitad del oxígeno que respiramos, aproximadamente, además de ser la base de las redes alimenticias oceánicas que sustentan parte de la alimentación global.
La acidificación de los océanos también afecta a animales que constituyen hábitat críticos para otros organismos. Entre aquellos que se ven perjudicados de forma directa están los pterópodos (caracoles marinos), almejas, ostras, langostas y corales, los más amenazados de todos.
“Ya hemos perdido alrededor del 80 por ciento de los corales en arrecifes del Caribe durante las últimas tres décadas, y las pérdidas en el Océano Pacífico también se están expandiendo y haciendo severas,” afirma la bióloga marina del Instituto Smithsonian, Nancy Knowlton.
“Estos arrecifes ya están bajo amenaza debido a la sobrepesca y a la contaminación local y, a menos que se tomen cuanto antes acciones drásticas para reducir las emisiones de gases invernadero, los arrecifes cesarán de existir tal como los conocemos”, dijo.
Incluso un calentamiento moderado, de uno o dos grados por encima de las temperaturas máximas normales, pueden causar una rotura en la relación entre los corales y sus algas simbióticas, zooxantelas, sin las cuales se tornan “blanqueados”, crecen de forma más lenta, son más susceptibles a enfermedades y pueden no reproducirse.
Las alertas nunca serán suficientes. Mientras más voces se sumen a la perentoria carrera por salvar nuestras mayores reservas acuáticas, de una biodiversidad sin límites para el imaginario de la humanidad, mayores serán las posibilidades de una transformación rotunda que detenga o revierta el proceso destructivo.
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