Fuente: Diario Información
Le pregunto qué hace un viejo marino mercante en una barquita que no sale del puerto y dice que desde el 2000 no navega ya, aunque lo estuvo haciendo desde el 70.
Se ha recorrido prácticamente todo el mundo menos la Antártida, que hace mucho frío, y a mí me intriga saber cómo es posible que, hecho a tan inmensos horizontes, se haya venido a conformar con tripular los miniviajes de la golondrina. Pues fácil - dice - , me lo ofrecieron y lo cogí, la marina mercante está cada vez peor: poca gente, mucho trabajo, nada de dineroÉ ya no es como era antes.
¿Y cómo era, si no es mucho preguntar Sonríe con un punto de ironía: yo aún cogí lo último bueno, pero desde que se inventaron los contenedores, se acabó. Los barcos mercantes entran por la mañana y al mediodía se van, ya no conoces nada de ningún sitio. Hombre, los baretos del barrio portuario, ¿no Ni eso, porque como las tripulaciones son reducidas llevan el mínimo y tienes que trabajar.
¿Y no se le hace corto navegar sólo por el puerto Dice que no; que en todo lo relacionado con el mar y los barcos nunca hay un día igual, y llevando pasajeros unas veces van niños, otras jubilados, otras turistas, y no se aburre. Y que duerme en su cama todos los días, no es poco. Cara al mar, eso sí, porque vive en El Cabo. Con la golondrina va los fines de semana y fiestas, y el resto de días con una pequeña balsa con motor recoge basura del puerto; porque aunque para eso hay pelícanos, en las esquinas donde se junta la porquería no pueden trabajar por falta de maniobrabilidad y se chocan.
Es chileno, como el Lobo Chilote de la canción marinera, pero hijo de españoles; después de la guerra se fue toda la familia a Francia y, según oyó en casa, cuando entraron los alemanes en París huyeron en un barco a Chile. Y se quedaron. Él estuvo hasta los 20 años, se vino a hacer el servicio militar, terminó de estudiar Náutica y se quedó en España. Pero sólo como punto de atraque porque en su familia hay varios marinos: primos, hermanos y todos sus tíos, que sólo queda uno vivo, jubilado ya. Desde niño siempre vivió a la orilla del mar, que es lo suyo, aunque dice que cuando se jubile igual se compra unas cabras y se va para algún monte, buscando tranquilidad. La gente, ¿sabe se cree que la marina mercante son vacaciones en el mar y no, se trabaja desde que entras al barco hasta que te vas. También ha estado en la pesca que es durísima, y las prácticas las hizo en Vigo: hacías los cursos, te ibas de prácticas, te examinabas y si aprobabas pasabas de curso. En su época las prácticas eran 400 días, que hizo una parte en pesqueros y la otra en los Pinillos que paraban en el muelle hace 30 años y ahora la compañía se llama Boluda, según cree.
Estima Pancho que el puerto ha cambiado radicalmente. Antes no estaban los pantalanes, el paseo marítimo era más estrechito y junto al parque Canalejas pasaban las vías del tren para terror de las madres. Y no estaba el Meliá, que ha sido un pecado porque ese pedazo de cemento rompe todo el paisaje marino, diga usted que sí, Pancho.
No se ha casado nunca. Tuvo pareja largo tiempo pero es culo de mal asiento y las chicas son inteligentes, para casarse quieren un tío que esté al lado de ellas, no uno que ande por ahí. A lo mejor fui egoísta pero, claro, casarme y dejar el marÉ Le digo yo que sería el mar y el amor de cada puerto y contesta él que no, que eso antiguamente, cuando los barcos se tiraban tres o cuatro días en cada sitio. Y que ha viajado por casi todo el mundo pero que no le pregunte por museos o monumentos, sino por cabarés: mire usted, eso de un amor en cada puerto, como no sea pagandoÉ Tampoco es del todo verdad, que romanticismo sí hubo pero antes, cuando el Pinillos iba a La Guaira y se quedaba quince días. Pero con aquéllo acabaron los putos contenedores. Lástima, dice, porque si algo ha hecho bien la naturaleza ha sido a las mujeres.
A orillas de la lámina mansa del puerto le pregunto por sus muchos temporales en altamar, y resulta que él tiene la conciencia de que cuando pasan desastres son por fallos humanos o porque no se atiende a las medidas de seguridad; como con el Prestige, que no tenía doble fondo, y cuando pasan las cosas lloramos. Yo siempre estuve en compañías decentes, cuenta, aunque también he conocido las banderas de conveniencia, historias de armadores para no pagar impuestos o pagar menos, ya me entiende. Ya.
Su vida, como la de cualquier marino, se escribe con tres palabras: lejos de casa. Ahora ya no quiere saber nada de lejanías, su hermano tiene un barco en el Club Náutico y ni sale a navegar con él, el viaje más largo es cuando va con la golondrina al puerto nuevo a hacer combustible. Y cuando más feliz anda es cuando va recogiendo basura que hay mucha, sobre todo los fines de semana, porque está solo y nadie le estorba.
En confianza, Pancho, ¿es usted feliz Pues, oiga: sí. No he ahorrado un duro en mi vida pero no le debo nada al banco. Yo no necesito más que ver todos los días volar a las gaviotas. Que, a más de guapas, son listas.
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