lunes, 19 de marzo de 2007

Un barco que busca petróleo y gas en los mares del mundo

Recién llegado de explorar la plataforma continental argentina, tocó por unas horas el puerto La Plata. Fue la oportunidad para conocer una nave como pocas. Sólo una veintena navega en los océanos. Su trabajo consiste en descubrir yacimientos mediante la prospección sísmica

Fuente: diariohoy.net

La tripulación de 58 personas del buque sismográfico Geco Triton se asemeja a una delegación de las Naciones Unidas. Argentinos, noruegos, colombianos, peruanos, estadounidenses, canadienses, australianos, mexicanos, españoles y hasta un tajikistano conviven en un ambiente de camaradería. Y así debe ser porque el trabajo que realizan no es común: buscan por largos meses gas y petróleo en medio del mar, en cualquier punto del planeta, bajo cualquier clima y, sobre todo, muy lejos de sus familias.

Hoy fue el primer y único medio del país que conoceió los secretos de una de las naves más importantes en su tipo, de una flota de una veintena de unidades en todo el mundo, cuando fondeó en jurisdicción del puerto La Plata, tras finalizar la campaña de exploración sísmica tridimensional en la Cuenca Colorado Marina para Repsol YPF, que puso en marcha el primer convenio celebrado con Enarsa (Energía Argentina SA), del que también participan Petrobras y Petrouruguay.

Como estaba en la rada, hubo que navegar hasta su posición. El Capitán de Ultramar, el argentino Jorge Fuster, oficiaba de anfitrión por haber sido el comandante del Geco Triton desde que lo fue a buscar a Santa Marta, Colombia, el 4 de noviembre último hasta el 14 de febrero, día en que lo suplantó otro connacional, el capitán Eduardo Jasid. Lo acompañaba el geofísico español Luis León, supervisor durante la exploración.

Jasid ahora esperaba la llegada de Hoy en el puente de mando, para luego poner proa hacia el Brasil.

Fuster, un viejo lobo de mar retirado de la Armada Argentina y que pasó gran parte de su carrera militar a bordo de las unidades de la flota de mar, incluso fue submarinista y capitán del rompehielos Almirante Irizar, resumió la campaña: “Tuvimos mucha suerte. Hubo mar calmo casi siempre, salvo unos 3 o 4 días de temporal”. Y explicó que se eligió realizar el trabajo en noviembre “para no afectar a las crías de las ballenas, el tránsito de los pingüinos que vienen del norte con destino a la Antártida y la pesca de la merluza”.

El lanchón en que viajaba Hoy se acomodó como pudo a estribor del Geco Triton. El oleaje era intenso. La escotilla del barco, por la cual se ingresaría por una escalera colgante, estaba a poco más de 3 metros de altura. Un australiano esperaba arriba para agarrar del chaleco salvavidas a quien llegara y meterlo seguro en la nave.

El abordaje fue por la cubierta en donde está el aparato integrado por los cañones de aire comprimido que, puestos en el agua y sostenidos por enormes flotadores, provocan el fuerte sonido que viajará con dirección al fondo. Parte del ruido rebotará en el lecho marino y parte lo hará en las diferentes capas sedimentarias que hay por debajo. Precisamente, la manera en que rebote el sonido, que es tomado por miles de sensores colocados en 10 cables de 8 kilómetros que arrastra el Geco Triton, revelará la presencia de petróleo o gas.

Uno de sus tripulantes, el mexicano Jorge Cepeda, hace de guía y traductor de los diferentes idiomas que se hablan a bordo. Explicó que trabajan turnos de 12 horas y que durante el descanso, y si el tiempo lo permite, suelen jugar al voley en el helipuerto. Ya en el puente, el capitán Jasid recibe a Hoy y explica a los visitantes las medidas de seguridad, los tipos de alarma y los pasos a seguir en caso de emergencia.

El puente de mando es enorme, con grandes ventanales al frente y a los lados. A la derecha del timón y cerca de los controles de velocidad, sobresale la pantalla del radar y un plasma que combina su imagen con una carta de navegación, allí aparecían los barcos fondeados, sus nombres y bandera.

Café de por medio, en un amplio living instalado en el puente, sobre la banda de estribor, se presentó el biólogo marino, Julián Bastida, un porteño que tuvo la responsabilidad de vigilar que la actividad del Geco Triton no interfiriera con la fauna marina.

“Fue fantástico observar a las ballenas que se acercaban a la nave, como también observar tiburones. Cuidamos en todo momento no afectar el medio ambiente. La observación era constante”, señaló Bastida.

La recorrida siguió por las diferentes cubiertas. Bajo el helipuerto, -lugar de reunión en caso de emergencias- un cesto de basquet llamó la atención.
Pero Bastida no fue el único biólogo marino a bordo, también estuvieron sus colegas Gisela Giardino y la platense Magdalena Irurueta, las dos únicas mujeres que hicieron la travesía.

Magdalena le contó a Hoy que Repsol YPF los había contratado “para investigar el impacto de la investigación en la fauna marina, especialmente en los mamíferos”.
Para la prospección, son tres los lugares destacados: las dos cubiertas en la que se almacena el equipamiento que es lanzado por la popa, y el “Instrument Room”, un lugar con pantallas y computadoras, que recibe las señales de los sensores y los procesa.

Desde las gran cubierta superior se lanzan los cables lleno de “micrófonos” para tomar los rebotes de los sonidos. En la de abajo, se lanzan al mar los cañones que producen el estampido que va en busca del petróleo o del gas.

Luego del trabajo, los tripulantes tienen alternativas para el ocio. Aparte del voley o el básquet, cuentan con libros y una amplia colección de CD con películas que pueden ver en dos salas de video que cuentan con pantallas de plasma de 42 pulgadas.

Además, para no sentirse lejos de la familia, tienen internet y telefonía satelital a disposición, tanto en la sala de comunicaciones como en los camarotes, que son en su mayoría individuales y con baño privado.

En cuanto a la comida, siempre hay platos calientes y fríos en el comedor. De tanto en tanto, también hacen asados en tambores de acero cortados a la mitad, aunque al estilo “barbacoa” y con asador noruego.

Llegó la hora de partir, la lancha esperaba del lado de babor. Esta vez no había que bajar por la escalerilla: había que esperar que la ola la subiera hasta cerca de la escotilla para saltar.

Atrás, el Geco Tritón encendía máquinas y se disponía a levar anclas. Próximo destino: Brasil... luego: la costa africana. Tal vez lo volvamos a ver en el Mar Argentino a fin de año, cuando vuelva a buscar el petróleo y el gas que juegan a las escondidas bajo nuestro lecho marino.

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