Por Hugo Sergio Gómez
LA falta de cultura marítima parece un mal endémico de la clase gobernante de nuestro país. El vacío, si bien es intolerable, se acentuó aún más en el presente sexenio cuando en 2001 de la Ley de presupuesto se quiso excluir la educación marítima y desaparecer el Fideicomiso que administra su raquítico patrimonio.
Una iniciativa que, si bien se revirtió por la movilización de sindicatos y cuerpos Colegiados, dejó graves secuelas que en la actualidad se resumen en un solo hecho: México carece de un barco escuela dónde educar en su fase práctica a los futuros oficiales mercantes, y ante la ausencia ya de barcos mexicanos para tráfico internacional, existe el riesgo de educar marinos sólo para la navegación doméstica.
O bien, recurrir a la muy en boga práctica virtual.Los contrastes en los fondos que se destinan para la educación marítima nacional son enormes. Por un lado, el gobierno federal, según datos aportados por el Capitán Sebastián Calderón, hoy en día Presidente de la Comisión de Marina del Senado, destina para la Escuela Naval Militar 250 millones de pesos mientras que para las tres escuelas náuticas del país sólo 86, mismos que en su mayor parte son para el pago de la burocracia.
La Ultima Travesía del Primero de Junio
Ahondando en el ayer veríamos que el Primero de Junio fue célebre para varias generaciones de oficiales; un icono del quehacer marinero que parecía conservar el halo romántico de los viejos cruceros. Era un barco de pasaje y carga construido en los años 50 que se llamó de origen Monte Anaga, donde ya por el abandono las ratas pululaban por doquier. Yo lo conocí en diciembre de 1978.En un viaje de prácticas, cuando tenía aún la mira puesta en alta mar.
Fue en Salina Cruz, Oaxaca. Una noche, en que tras recorrer las sinuosas calles del puerto apareció ante nuestros ojos aquel espectro que parecía haber salido de la imaginación de Joseph Conrad.
Las sombras de la noche daban un toque lúgubre aquel gigante que agonizaba sobre las aguas calmas de la bahía. El barco estaba en tinieblas y en el departamento de máquinas había un silencio sepulcral.
Zarpamos una tarde de enero, cuando el sol caía a plomo sobre la cubierta principal. Su afilada proa arrumbada hacia el mar de Cortés parecía abrir la inmensidad del océano Pacífico ante nuestros ojos mientras que el burbujeo de las aspas al acuchillar las olas empujadas por el brío de los 7,300 caballos de fuerza del motor Zulser desplazaba el barco a razón de 15 nudos y dejaba tras de si largas estelas.
Lento cruzó las escolleras accionando el silbato mientras veíamos un gran numero de chicas que emotivas gritaban agitando pañuelos a lo alto de las escolleras. Muchas nunca más las volveríamos a ver.
Como enfermo terminal, teníamos en observación el motogenerador de estribor. Un viejo Rustom de 730 caballos de fuerza acusaba altas temperaturas y preocupante disminución en la presión de aceite que había encendido ya las luces de alerta en la oficialidad.
Ya casi al llegar a puerto movilizó a toda la guardia un chirrido agudo, seguido por el impacto de una bola incandescente que salió por una de las tapas del carter.
El motogenerador se había desbielado, abriendo un boquete de más de treinta pulgadas en el monoblock al mismo tiempo que salían disparadas como una bala de cañón las rebabas que la fricción a falta de aceite arrancó del cigüeñal.
Zarandeado y azotado por la borrasca del mar de Cortés llegó el Primero de Junio a San Carlos, Baja California Sur.
Un solo generador que tendía a fallar alimentaba todos los circuitos de la embarcación que funcionaba de manera parcial. Así quedó anclado frente a la bahía en espera de los remolcadores que horas más tarde lo condujeron al muelle.
Fue su último viaje con estudiantes a bordo. Después de ahí, medraría a remolque de muelle en muelle, como un viejo estorboso que dejara escrito su epílogo en el ágora marítima.
Las Frivolidades de López Portillo
El expresidente José López Portillo quiso construir desde su megalomanía un país de marinos. Hombre frívolo y amante de los deportes extremos buscó en Washington a don Fausto Fernández Ponte para hablar de velerismo. Don Fausto Fernández Ponte, es uno de los periodistas más respetados de México, que heredó de sus antepasados españoles el arte de la navegación con vela.
Fungía en la capital estadunidense como corresponsal del viejo Excélsior y complementaba sus ingresos transportando estas naves por las aguas calmas de la Unión Americana.
En plática informal me reveló este detalle: el expresidente estaba molesto con los oficiales de la Armada de México porque descubrió que no sabían navegar utilizando la fuerza del viento.
Vivía una desilusión después de haber solicitado al secretario de Marina en turno una tripulación completa para llevar de San Diego a Acapulco un velero recién adquirido que bautizó como Quetzalcoatl.
Ante la negativa, supo que los marinos mexicanos eran ajenos a este viejo arte, propio de los navegantes del Mediterráneo. Con impotencia se vio obligado a contratar una empresa norteamericana para esta maniobra.
Sin más referencias, en 1980, López Portillo mandó construir a los astilleros Celaya de España, un gran velero que bautizó como Cuahutémoc, el cual hoy se pasea por todo el mundo con los oficiales y marinería de las fuerzas navales, participando en torneos y regatas Internacionales: su único fin es fomentar las buenas relaciones de México con otros países.
La visión marinera en ese sexenio era asaz optimista. Se veía al país con grandes necesidades de marinos y se escindió la Dirección de Marina Mercante de la Secretaría de Marina colocándola en la SCT.
Se calculaba que tan sólo en el periodo 1979 a 1990 se abanderarían 125 nuevos buques de Altura. México necesitaba marinos con urgencia formados con una visión mercantil.
Así se sustituyó en 1981 el viejo Primero de Junio con el Náuticas México, construido en Holanda. Un novedoso buque que navegaría por todo el mundo con 200 estudiantes abordo: una verdadera aula flotante dotada de los mayores adelantos que se financiaría con los fletes que consiguiera bajo el control del Fideicomiso que administra las Tres Escuelas Náuticas (FIDENA).
Según refiere a este Diario, el Capitán Guillermo Parra Abello, expresidente del Colegio de Marinos de Tamaulipas y activista en pro de la reactivación marítima. Sexenio tras sexenio el buque escuela fue mal administrado por una burocracia voraz hasta quedar inservible y añade exaltado:
-Por ahí llegó al FIDENA un señor de apellido Corres. Que era muy amigo del Coordinador. Un verdadero sinvergüenza. Si le daban para el barco 7 u ocho millones de dólares, era mínimo lo que le invertía, además de que se hacían reparaciones muy encima del costo real.
Al abundar en la información Parra Avello señala que no se puede tener un buque escuela que se mantenga sólo de los fletes, ya que el mercado marítimo tiene imponderables que se tienen que absorber como los cambios de rutas:
-Imagínate, agrega, que el barco está en Europa y tiene que regresar a México sólo para bajar los alumnos ¿Cuánto cuesta? Además de que el gasto para la consecución de los fletes es enorme: Necesitamos un barco escuela que sea exclusivo para la educación
Según refiere el Director del FIDENA, Gil Ubaldo Ramírez a este diario, él tomo la decisión de amarrar el Náuticas México y agrega:-Ante el escaso presupuesto que se destina, había de decidir entre el buque y la formación de oficiales.
Se tenía que subsidiar los gastos operativos con más de 30 millones de pesos al año y de seguir simplemente no alcanzaría para Escuelas Náuticas.
Como colofón el funcionario agrega: "para reemplazar el barco escuela se ha propuesto dos alternativas a los Diputados y Senadores. Una contempla la adquisición de un buque tanque que cuesta entre 60 y 70 millones de dólares, el cual sería construido si la paraestatal garantiza un contrato multianual.
El otro tiene un costo de 20 millones de dólares y significaría comprar un pequeño barco escuela adecuado sólo para la educación. Mientras seguiremos entrenando a los marinos con tecnología virtual.
Preparar gente para las labores del mar, se requiere sintonizar la teoría con la práctica. Está escrito en los acuerdos internacionales que México ha formado para el efecto.
Tal vez se puedan simular condiciones técnicas de situaciones predecibles Pero, ¿cómo crear en el individuo la entereza sicológica para soportar la vida marinera? Tiene que ser navegando.
Hoy en día México no tiene un solo barco para tráfico internacional. La industria marítima está desamparada. Si el país no invierte en una formación marítima integral se corre el riesgo de quedar atrapados en el mar virtual simulando que se tripulan buques de los que quedan sombras en las pantallas de un ordenador.
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