martes, 2 de enero de 2007

Toda una vida en el mar

Lourdes Pérez Navarro
lourdes.p@granma.cip.cu
Fuente: Diario Granma

"El primer aire que respiré fue el del mar. Nací en un barco velero llamado Águila, propiedad de mi abuelo, en una zona cercana a Isabela de Sagua. Cuando la sorprendió el parto, mi madre se trasladaba desde una playita al norte de Villa Clara donde vivía, hacia el puerto de Punta Alegre, en el que residía mi abuela.

"Prácticamente me crié navegando. Empecé en esas labores muy pequeño, apenas con ocho años de edad. Fui pescador, leñador en los cayos, trabajador portuario; como marinero recorrí buena parte del mundo."

Así rememora un hombre robusto y de inteligente mirada que lleva navegando 79 años, quizás por aquello de seguir la tradición familiar, o por ser consecuente con su nombre. Marino Nilo Rodríguez es hoy el práctico de puerto más longevo de Cuba.

Siempre soñé ser capitán, pero de joven no tuve la oportunidad de estudiar; no tenía dinero ni parientes politiqueros que intercedieran por mí, como se estilaba en esa época, evoca Marino.
"Mucho de lo que sé, lo he aprendido con el trabajo, de manera autodidacta. En 1956 me presenté a las pruebas de oposición para obtener la plaza de práctico del puerto de Isabela de Sagua; logré habilitarme, pero no pude ejercer el puesto por problemas políticos. Luchábamos contra la dictadura de Fulgencio Batista, y para cumplir tareas del Movimiento 26 de Julio tuve que viajar a Canadá y a los Estados Unidos.

Un experto práctico

Al mes siguiente del trinfo revolucionario Marino realizaba sus primeras maniobras como práctico del puerto de Isabela de Sagua, donde 47 años después aún se mantiene trabajando.
"Pienso que un práctico debe conocer el puerto ‘al dedillo’, saber su geografía, dónde está cada piedra; ser muy ecuánime, celoso en el cumplimiento de su deber, disciplinado.

"Debe saber combinar todas las habilidades, pues los instrumentos advierten los cambios de rumbo más rápido que el ojo humano, pero esa información hay que analizarla correctamente, actuar con coherencia y precisión", subraya Marino.

Este trabajo requiere de mucho amor. En las manos del práctico, dice, está lograr el paso seguro del buque por canales y puertos, evitar las colisiones y el daño al medio ambiente, y garantizar la seguridad de la población de las ciudades portuarias.

En su opinión, el mayor riesgo está en el abordaje y en el abandono del buque. "El nombre mismo lo dice: ‘escala de gatos’. Se sube y se baja por peldaños de cuerda, completamente vertical, en mar abierto, donde normalmente hay mucha marejada; hay que ser diestro y poner los cinco sentidos en lo que se hace; tener un buen equipo, pues en mi criterio la vida del práctico siempre está en manos de los lancheros, y hay que confiar en ellos".

Marino recuerda con satisfacción cada maniobra realizada, "con buques de hasta 200 metros de eslora". Y aunque en los últimos años el puerto de Isabela de Sagua se ha mantenido prácticamente desactivado, en este longevo marinero los navegantes de la zona encuentran una rica fuente de experiencias y conocimientos, que también ha puesto al servicio del Consejo de Defensa del lugar, ante la llegada de contingencias y eventos meteorológicos.

Toda mi vida ha estado relacionada con el mar, asegura Marino.

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