MARIO MARTINI
Hay un tema que tiene divididos en mitades a los mazatlecos: el destino de La Casa del Marino.
Mucho se ha dicho, discutido y escrito sobre lo que debe hacerse con un inmueble deshabitado que un grupo de marinos representados por Felipe Hernández Ascencio e Ivan Hubbard tienen en custodia en espera de que sea rescatado como museo del mar y albergue para marinos egresados que tienen necesidad de regresar al puerto para certificarse o recibir educación continua en la Escuela Náutica de Mazatlán.
El miércoles 26 de marzo un grupo de arquitectos, 5 ciudadanos sin título y 9 ex presidentes municipales, encabezados por el doctor Alfredo Saavedra, pagaron un desplegado en un diario local para pedir la demolición de La Casa del Marino, construida en la década de los 40 del siglo pasado como una prestación laboral para los marinos del mundo, vigente a partir de la Segunda Guerra Mundial.
Quienes suscriben el documento exponen que todos ellos son "ciudadanos conscientes de los valores con que cuenta la ciudad de Mazatlán, saben de la importancia del Fuerte 31 de Marzo, a la vez que también reconocen que La Casa del Marino no es monumento histórico, tampoco joya arquitectónica y que, además, representa peligro en su uso, ya que la falta de mantenimiento ha provocado graves problemas estructurales y resolverlos representa mayor costo que demolerlo".
Varios de los ex presidentes creían hasta hace poco que desde el Fuerte había ocurrido la defensa de la república contra la intervención francesa y juraban que los cañones apostados en el mismo inmueble, la Pérgola Ángela Peralta y la Batería, donde los militares construyeron su unidad habitacional, habían tronado contra la corbeta francesa La Cordeliere. Los cañones son estrictamente ornamentales y el Fuerte tiene valor histórico solamente por ser un monumento del porfiriato para recordar al mayor hecho de armas ocurrido en Sinaloa. Desde esa playa no salió ni un tiro ni hubo agarre cuerpo a cuerpo ninguno, como si los hubo en otras playas del puerto, en Palos Prietos, Veranos y Concordia, entre otros sitios.
Los ex presidentes, "todos ciudadanos conscientes", saben que El Fuerte está catalogado por el INAH e INBA como edificio de valor histórico y arquitectónico, pues todos tuvieron copia del oficio fechado en la ciudad de México el 14 de octubre de 2013 que la arquitecta Dolores Martínez Orralde, directora de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico Inmueble del Instituto Nacional de Bellas Artes, giró al presidente municipal Alejandro Higuera Osuna, al que hace saber:
"Por este medio y en atención a la preocupación ciudadana y propia de este Instituto sobre la posible demolición del inmueble ubicado en Paseo Claussen s/n, conocido como Casa del Marino, me permito informar a usted lo siguiente:
"(…) Por las características arquitectónicas que presenta y la época de construcción, el inmueble está incluido en la Relación del INBA de Inmuebles con Valor Artístico, de estilo arquitectónico Ecléctico. Este tipo de obras arquitectónicas reúnen características estéticas relevantes y su conservación es del interés de este Instituto (…) Así mismo, por encontrarse en zona histórica y estar incluido en la Relación del INBA, cualquier tipo de intervención que se desee realizar en este inmueble deberá contar previamente con las autorizaciones del Instituto Nacional de Antropología e Historia y del Instituto Nacional de Bellas Artes (…)"
También conocieron el oficio 0577-C/0291 que el 9 de abril de 2013 recibió la restauradora Sarahí Tirado, del Área de Restauración y Conservación del Centro INAH-Sinaloa, girado por la misma arquitecta Martínez Orralde, en el que confirma que está protegido por el INBA y está considerado como "Monumento Histórico por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de acuerdo a la ficha con número de clave 250120010108".
Mienten, algunos por olímpica ignorancia y otros por intereses que nada tienen que ver con el bien de Mazatlán, quienes aseguran que La Casa del Marino no está bajo la protección de estas dos instituciones, como queda claro con estos dos oficios, y que estructuralmente es un peligro para la ciudad, lo que ha sido desmentido por peritajes de la Dirección de Puertos y Marina Mercante de la SCT, responsable de las condiciones del inmueble y de los daños que pudiera causar a la ciudad.
Tampoco conocen el proyecto de restauración y rehabilitación del Fideicomiso para la Educación Naval (Fidena), cuyo director ha estado en el puerto en varias ocasiones para concluir el proyecto de un museo del mar y albergue para marinos recientemente egresados que requieren regresar al puerto para certificarse o recibir educación continua. Tampoco conocen los proyectos de restauración y rehabilitación integral de toda la zona que incluye al Fuerte, la playa de los Pinitos y el malecón de la escuela de Ciencias del Mar de la UAS.
Resulta sospechoso, por decir lo menos, el apresuramiento de la demolición sin tener toda la película completa sobre lo que varias instituciones, entre ellas la Secretaria de Comunicaciones y Transportes, custodia de ambos predios y edificaciones, Fidena, el Centro INAH-Sinaloa y organizaciones sociales están haciendo para recuperar ambos edificios. Cobra sentido la sospecha cuando los principales promotores de la demolición, los arquitectos Armando Galván Gazcón y Enrique González Güereña, no firman el desplegado.
Hay informes confirmados del proyecto de una torre a un lado de los Apartamentos Lido, en el predio donde estuvo la casa familiar de los Coppel, cuya inversión está condicionada a demoler La Casa del Marino para despejar el panorama de los futuros condóminos. También circula la versión de un fondo millonario legislativo, con manejo discrecional, condicionado también a la demolición para construir una explanada que en el mejor de los casos extenderá el dominio de los changarros de la Glorieta Redo, proyecto del propio Galván.
De entrada, ninguno de los firmantes del desplegado y menos los ex presidentes municipales, que juraron en su momento cumplir y hacer cumplir la ley, pueden ignorar por capricho o interés grupal la protección federal de ambos edificios, ni negar la oportunidad que por derecho tiene la albacea para rescatar sus inmuebles, si así lo desea.
Porque si elegimos la vía del anarquismo, habría que demoler la Escuela de Ciencias del Mar; el edificio de la SCT; el chupón de la cervecería que ya no es mazatleca; el bodrio de la pulmonía; el infame monumento a Pedro Infante; al querido Fernando Valadés con todo y piano; a Ferrus con todo y guitarra; a la Mujer Mazatleca y a todos los monos que se han colocado con toda impunidad en el breve espacio de Olas Altas y Paseo Claussen; al restaurante Puerto Azul; y a todos los changarros que pueblan la Playa Norte hasta el monumento al Pescador, bajo el argumento, este sí demoledor, de que el panorama es patrimonio de la humanidad.
La respuesta a esta acalorada diferencia de opinión y visión del desarrollo urbano, plagadas de verdades a medias y mentiras completas, es bastante fácil: que se haga lo que la ley dispone y permite, ni más ni menos.
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