Fuente: Quilmes
No son tuertos, ni mancos, ni tampoco cojos. No viajan en galeones ni tienen loros en los hombros. Todavía no son leyenda pero ya la están escribiendo. Son los piratas del siglo XXI que, alejados de las fantásticas y herejes travesías en las que se embarcaron en épocas remotas, mantienen el mismo objetivo: apoderarse de botines que navegan en el mar
Cruzaron la historia -posiblemente- desde que nació la navegación y se fueron convirtiendo en leyenda. El siglo XVIII los acogió y, desde entonces, agazapados, malvados y simultáneamente atractivos, han vivido en todas las infancias. La literatura, las historietas y luego el cine, narraron una y otra vez una misma y diferente historia que se escribe en alta mar: una de piratas. Antes, con patas de palos, con parches en los ojos, con largas cabelleras, con preciosas vestimentas "prestadas" y enormes y afilados sables. Ahora, con jeans, anteojos de sol, ostentosos anillos que disfrazan su pobreza de raíz y con armas y logística de última generación. El ayer y el hoy se encuentran y el puente se transforma en la misma travesía delictiva: apropiarse de tesoros ajenos.
Adentrado el siglo XXI, la piratería marítima se ha convertido en un problema que -consideran- será difícil de erradicar. Los principales casos se dan, desde hace varios años, en las costas de Somalia, un país que desde 1991 se encuentra a la deriva política y se estanca, cada vez más, en altos niveles de pobreza. Esta, aseguran, sería la principal causa por la que los jóvenes somalíes se vuelcan a esta actividad; la cual está fuertemente "favorecida" por la posición estratégica en la que el país se encuentra, centro de comunicaciones entre Asia, Africa y Europa y entre los océanos Pacífico, Atlántico e Indico.
Durante el año pasado, los piratas somalíes perpetraron cerca de un centenar de secuestros que van, desde barcos pesqueros hasta mercantes, provocando una profunda indignación a nivel mundial. Recientemente, el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó una resolución de sanción y otros países, como Rusia, han enviado buques de guerra a la zona para intensificar el patrullaje. De todos modos, el problema dista de solucionarse.
El último gran ataque se produjo el 15 de noviembre pasado cuando los piratas tomaron posesión del "Sirius Star", un superpetrolero saudita cargado con dos millones de barriles de crudo, a más de 450 millas náuticas (800 km) al suroeste de Mombasa. La captura de este petrolero gigante, tres veces mayor que un campo de fútbol y tres veces más pesado que un portaaviones, es la operación de piratería más espectacular realizada hasta ahora y es un desafío para la fuerza marítima internacional destinada a proteger el tráfico de mercancías en esta parte del mundo. Los "nuevos" capitanes del petrolero exigieron 25 millones de dólares por su liberación y por la de los 25 miembros de la tripulación que venía a bordo.
Para Noel Choong, director del Centro de Observación de la Piratería de la Oficina Marítima Internacional (IMB), "la situación ya es incontrolable. Lo que viene sucediendo en las últimas semanas muestra un aumento anormal de los actos de violencia y de las capturas de navíos pese al refuerzo de la seguridad en la región. En ausencia de disuasión, con riesgos débiles y la perspectiva de ganancias elevadas para los piratas, los ataques van a continuar".
Según el IMB, desde enero de 2008 hasta la fecha, los piratas atacaron a 94 barcos frente a la costas de Somalia y en el Golfo de Adén. De ellos, 38 fueron secuestrados, 17 de los cuales siguen en manos de los piratas con un total de 250 tripulantes a bordo.
Modus operandi
Los piratas de ahora no se deslizan sobre las aguas en ágiles e imponentes galeones de varias velas. No usan hachas, no son sangrientos, ni juegan al "paseo por la tabla", en el que obligaban al rehén a caminar por una madera con las manos atadas a la espalda, en dirección contraria al mar devorador. Ni, mucho menos, intentan el "paso por la quilla", una de las torturas preferidas del pirata Morgan que consistía en anudar una soga a la cintura del castigado y, tirando de ella de uno de los costados del barco, lo obligaban a pasar por debajo: o morían por asfixia o morían desangrados por el lacerante roce con los moluscos adheridos al casco de la embarcación.
En este sentido, los piratas modernos, no son tan crueles. Ya no buscan cofres repletos de lingotes de oro y joyas de todo tipo y color. Los de ahora se mueven en velocísimas lanchas, estratégicamente diseñadas y preparadas para no ser descubiertos por radares. Operan con movimientos bruscos, inteligentemente pensados, se apropian de las embarcaciones y se ponen a negociar por su liberación. Piden billetes; es por esto que, entre la logística con la cuentan a bordo, llevan siempre máquinas para contar billetes y para detectar los falsos.
Antes, era sólo uno el que mandaba en el barco pirata, el capitán. Las historias de algunos temibles piratas todavía erizan la piel. "Si no mato a un tripulante de vez en cuando, se olvidan de mi", sostuvo alguna vez Edward Teach, más conocido como "Barbanegra", para justificar un acto que lo pinta de cuerpo entero: reunido con su segundo de a bordo en una cena, de pronto apagó las luces y disparó a ciegas, matándolo. Sólo para que lo respeten y le tengan miedo.
Los especialistas aseguran que ahora no se puede encontrar un "cabecilla". La ambición es más fuerte que el orgullo y esto es lo que hace posible que tres grandes grupos participen con igual cuota de importancia en esta actividad: ex pescadores, fundamentales en cada operación ya que son expertos del mar y sus coordenadas; ex guerrilleros, imprescindibles en cada ataque, curtidos con la violencia de los conflictos bélicos de los que han sido parte; y los "nerds", expertos tecnológicos que manejan toda la logística que los cataloga como piratas modernos: teléfonos satelitales, GPS y armamento de avanzada, entre otros.
Cómo son los rescates
Después de haber dado en el centro del objetivo comienzan los operativos para el pago de rescate. El contacto con los dueños del "botín" no es difícil: todos los documentos importantes se encuentran en el barco.
Un especialista en la temática, Hassan, contó en varias oportunidades sobre el mecanismo que emplean los piratas. En este sentido aseguró que "las conversaciones son telefónicas, la mayoría vía satélite, pero en ocasiones incluso utilizan mensajes de texto. Pero los piratas no son los que negocian sino que pagan a alguien que a menudo es un pariente, alguien en quién confían".
En el secuestro del Sirius Star hay dos negociadores que van y vienen del barco a tierra. "El negociador debe trabajar hasta conseguir el dinero, una tarea bastante ardua, que puede tardar meses. Es difícil satisfacer tanto al dueño como a los piratas", aseguran los entendidos. Pero una vez que se entrega el dinero, el negociador recibe una parte, la misma que los piratas. "Todos en el barco reciben la misma cantidad", detallan. Antes, los pagos se hacían por transferencia. Pero ahora los dueños de los barcos deciden contratar personal para entregar el rescate.
A veces sucede que el entregador va al barco secuestrado o, puede pasar, que los piratas vayan al suyo para realizar el intercambio con bolsas en efectivo. También ha sucedido que, desde un avión, se tiren bolsones con el rescate. Generalmente, los bandidos, piden billetes de 50 y de 100. Una vez que se entrega el dinero, el personal negociador se marcha para que los piratas puedan contar tranquilos el dinero. Se deben asegurar que el dinero esté en su totalidad y que no haya billetes falsos. Es por esto que, en cada atraco, no faltan las máquinas para detectarlos.
Una vez que se entrega el rescate, y que ha sido controlado por los piratas, los secuestradores dejan el barco. Con ese dinero se volverán a rearmar para un nuevo objetivo. Y veloces, como aparecieron, se vuelven a perder en las inmensidades del mar.
El negocio de la piratería
Los piratería del siglo XXI se ha convertido en toda una industria. En las incursiones somalíes, en cada rescate, se mueven entre 500 mil y un millón y medio de dólares, aproximadamente. Detrás de ese dinero, son muchas las personas involucradas: la primera intervención es de un grupo reducido, normalmente entre siete y diez piratas, que salen a alta mar en potentes lanchas con armamento pesado. Una vez que toman la embarcación, unos 50 piratas aparecen a bordo, mientras que otros tantos esperan en las costas para evitar cualquier tipo de inconvenientes.
Puntland, un estado autoproclamado independiente de Somalia que se encuentra en el "cuerno de Africa", prácticamente vive de la actividad de los piratas: como lo que buscan los bandidos es que se pague el rescate, intentan cuidar de la mejor forma posible a sus rehenes. En este sentido, no es raro encontrar restaurantes especializados en preparar la comida a la tripulación de las embarcaciones tomadas.
Se cree que, en Somalia, hay actualmente unos mil piratas empeñados en el secuestro de barcos; además de otros encargados de negociación, intendencia, adquisición de armas, entrenamiento del personal y recogida de informaciones.
Según la consultora británica "Chatham House", los piratas somalíes se habían alzado hasta octubre de 2008 con unas ganancias anuales que superaban los 30 millones de dólares en rescates. Billetes suficientes para adquirir armas en la otra orilla del Golfo de Adén o en la capital del país, Mogadiscio.
Aunque Somalia no es el único país en el mundo que tiene piratas en sus costas (en Indonesia y Nigeria los ataques siguen en aumento), en pocos lugares del planeta ha generado tal fenómeno social como en esta empobrecida y anárquica nación.
Los vecinos somalíes aseguran que "la piratería se ha vuelto en muchos aspectos socialmente aceptada. Los piratas están de moda". Según los analistas, la resolución de la piratería dependería de la recuperación de la estabilidad social en Somalia, su desarrollo económico y el mejoramiento de la vida de su pueblo.