Fuente: El Universal
Luis Maldonado Venegas
Sin vista al mar
Las costas mexicanas tienen una longitud de más de 11 mil kilómetros, sin incluir litorales insulares: casi 8 mil kilómetros en el océano Pacífico y poco más de 3 mil en el golfo de México y el mar Caribe.
El mar territorial y la zona económica exclusiva de nuestro país suman un total de 3 millones 149 mil 920 kilómetros cuadrados, que equivalen a una y media veces la superficie del territorio nacional.
Las especies de los mares de México son muchas y variadas. En ellos tenemos de climas templado, cálido y frío, de fondo y superficie, costeras y de alta mar, regionales y migratorias. El suave declive de la plataforma continental, cuya profundidad no va más allá de los 200 metros, le proporciona también una gran riqueza biótica. Sin embargo, nunca en nuestra historia pasada o moderna hemos podido fincar nuestro desarrollo económico y la seguridad alimentaria de los mexicanos en el mar y su vasto potencial.
El fenómeno es global. Según la FAO, la captura en las 17 zonas pesqueras más importantes del mundo está al límite de rendimiento sostenible y en algunos casos ya fue rebasado: más de la mitad de los mayores bancos de pesca están agotados. El 44% de las reservas de peces ha sido explotado hasta el límite. Pronósticos sombríos de la misma organización apuntan a que para alimentar a los más de 7 mil millones de habitantes del planeta en 2010 habrá que aumentar la producción pesquera de 72.3 a 91 millones de toneladas anuales.
Algo debemos hacer en México. Nuestra flota pesquera, según datos más o menos confiables, es de unas 100 mil embarcaciones. Debieran ser muchas más. Nuestra marina mercante es virtualmente inexistente.
En el aspecto ambiental estamos reprobados. Son frecuentes los señalamientos sobre playas y esteros contaminados. La exploración, extracción y conducción de petróleo y gas en litorales del golfo de México ha tenido un fuerte impacto negativo en los recursos pesqueros de la región, como camarón, ostión y almeja. Debiéramos hacer mucho más por la preservación ambiental de nuestros litorales. Dicho sea de paso, la contaminación y la deforestación de manglares ha provocado la sensible disminución de la pesca en esteros y sistemas lagunares.
La organización para la producción es otro rubro deficitario. Alrededor de la mitad de los pescadores organizados están afiliados a cooperativas de pesca ribereña. Sólo 25% sale a pescar en alta mar.
Nuestra pesca, en términos generales, es intensiva y desordenada; no existen normas sencillas y eficaces, tampoco hay suficiente apoyo técnico y financiero al sector ni control y vigilancia suficientes; el diesel, uno de los principales insumos, mantiene altos niveles condicionando la vida de cientos de miles de trabajadores que junto con sus familias viven de la actividad pesquera; 151 de las 350 especies que se capturan regularmente en nuestra plataforma continental están en peligro por la sobreexplotación. Y los investigadores calculan que hay mil 200 especies susceptibles de aprovechamiento.
No se dispone de un sistema moderno de distribución ni han mejorado las condiciones de conservación y manejo de las capturas. Y el mal de males: el consumo nacional anda alrededor de 15 kilogramos per cápita al año. ¡Qué paradoja! Vivir sin vista al mar en un país con 11 mil kilómetros de litorales.
luismaldonado@senado.gob.mx
Presidente del CEN de Convergencia y senador de la República
Luis Maldonado Venegas
Sin vista al mar
Las costas mexicanas tienen una longitud de más de 11 mil kilómetros, sin incluir litorales insulares: casi 8 mil kilómetros en el océano Pacífico y poco más de 3 mil en el golfo de México y el mar Caribe.
El mar territorial y la zona económica exclusiva de nuestro país suman un total de 3 millones 149 mil 920 kilómetros cuadrados, que equivalen a una y media veces la superficie del territorio nacional.
Las especies de los mares de México son muchas y variadas. En ellos tenemos de climas templado, cálido y frío, de fondo y superficie, costeras y de alta mar, regionales y migratorias. El suave declive de la plataforma continental, cuya profundidad no va más allá de los 200 metros, le proporciona también una gran riqueza biótica. Sin embargo, nunca en nuestra historia pasada o moderna hemos podido fincar nuestro desarrollo económico y la seguridad alimentaria de los mexicanos en el mar y su vasto potencial.
El fenómeno es global. Según la FAO, la captura en las 17 zonas pesqueras más importantes del mundo está al límite de rendimiento sostenible y en algunos casos ya fue rebasado: más de la mitad de los mayores bancos de pesca están agotados. El 44% de las reservas de peces ha sido explotado hasta el límite. Pronósticos sombríos de la misma organización apuntan a que para alimentar a los más de 7 mil millones de habitantes del planeta en 2010 habrá que aumentar la producción pesquera de 72.3 a 91 millones de toneladas anuales.
Algo debemos hacer en México. Nuestra flota pesquera, según datos más o menos confiables, es de unas 100 mil embarcaciones. Debieran ser muchas más. Nuestra marina mercante es virtualmente inexistente.
En el aspecto ambiental estamos reprobados. Son frecuentes los señalamientos sobre playas y esteros contaminados. La exploración, extracción y conducción de petróleo y gas en litorales del golfo de México ha tenido un fuerte impacto negativo en los recursos pesqueros de la región, como camarón, ostión y almeja. Debiéramos hacer mucho más por la preservación ambiental de nuestros litorales. Dicho sea de paso, la contaminación y la deforestación de manglares ha provocado la sensible disminución de la pesca en esteros y sistemas lagunares.
La organización para la producción es otro rubro deficitario. Alrededor de la mitad de los pescadores organizados están afiliados a cooperativas de pesca ribereña. Sólo 25% sale a pescar en alta mar.
Nuestra pesca, en términos generales, es intensiva y desordenada; no existen normas sencillas y eficaces, tampoco hay suficiente apoyo técnico y financiero al sector ni control y vigilancia suficientes; el diesel, uno de los principales insumos, mantiene altos niveles condicionando la vida de cientos de miles de trabajadores que junto con sus familias viven de la actividad pesquera; 151 de las 350 especies que se capturan regularmente en nuestra plataforma continental están en peligro por la sobreexplotación. Y los investigadores calculan que hay mil 200 especies susceptibles de aprovechamiento.
No se dispone de un sistema moderno de distribución ni han mejorado las condiciones de conservación y manejo de las capturas. Y el mal de males: el consumo nacional anda alrededor de 15 kilogramos per cápita al año. ¡Qué paradoja! Vivir sin vista al mar en un país con 11 mil kilómetros de litorales.
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