Fuente: Prensa Latina
Washington, 17 dic (PL) El gobierno estadounidense buscó autorización de la comunidad internacional para atacar a los piratas somalíes en territorio de ese país africano, en una de las últimas y más controversiales decisiones de política exterior del saliente presidente George W. Bush.
La posible participación de militares norteamericanos en este nuevo episodio bélico revive el capítulo de la derrota que fuerzas del Pentágono sufrieron en 1992 y 1993, cuando sus helicópteros fueron derribados y los cuerpos de sus soldados arrastrados por las calles de Mogadiscio por un empobrecido pueblo que se rebeló contra la intervención extranjera, recuerdan aquí varios diarios.
Las presiones en las Naciones Unidas para el envío de uniformados a Somalia
ponen entre la espada y la pared al presidente electo, Barack Obama, quien ha enfatizado que no desea comprometerse con nuevas guerras que puedan costar más vidas de sus conciudadanos.
Los países europeos industrializados dueños de los grandes buques que surcan las aguas del Cuerno Africano reconocen que no pueden patrullar con efectividad el más de un millón de millas náuticas infestadas por miles piratas en aquellos parajes.
Por lo anterior, grandes y pequeñas empresas mercenarias norteamericanas se han ofrecido para brindar un servicio de seguridad marítima que estiman pueda ser beneficioso en términos de grandes ganancias, dijo Eeben Barlow, miembro de una de esas compañías.
Chris Austen, principal Ejecutivo de Maritime and Underwater Security Consultants, señaló que muchos mercenarios ingenuos pueden tomar esta misión a la ligera como ocurrió en Iraq, donde hubo una repentina proliferación de supuestos expertos en el tema y esto provocó que muchos inocentes resultasen asesinados.
Varias escuelas de cadetes en Estados Unidos comenzaron a impartir asignaturas donde recomiendan que los buques mercantes se desplacen a altas velocidades, utilicen alambres de púas en los principales accesos, coloquen figuras de cartón que simulen tripulantes en cubierta y tengan listos chorros de agua para ahuyentar a quienes pretendan abordarlos por la fuerza.
Iqbal Jhazbhay, profesor de la Universidad de Suráfrica en Pretoria y conocedor del tema de la piratería, asegura que se trata de bandas dirigidas por los “señores de la guerra” que se han venido enfrentando entre ellos desde la caída del gobierno de Siad Barre en 1991 en Somalia.
Y añade que el principal motivo para los secuestros de buques es la necesidad de sobrevivir, ya que los piratas provienen de tribus desplazadas, a las que el fruto de su trabajo no le permite garantizar la subsistencia de sus familias.
Según el investigador, existe evidencia de que las bandas reciben el apoyo de compatriotas residentes en Kenya, Arabia Saudita y a lo largo del Golfo Pérsico, quienes les transmiten información sobre las fechas de travesías, nivel de vigilancia y cargamentos de los buques.
Richard Cornwell, un analista del "Institute for Security Studies" en Pretoria manifiesta que los piratas modernos se benefician del cargamento, del dinero por el rescate y de grandes alijos de armas que logran capturar.
El director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Michael Hayden, trató de vincular a los piratas con la organización Al Qaeda, pero no presentó evidencial alguna ni logró apoyo de terceros a esa imputación.
La CIA ha detectado a través de satélites que los piratas pueden actuar más allá de 400 millas náuticas de la costa y en grupos de hasta 20 embarcaciones, e incluso merodear frente a grandes navíos de guerra de más de una veintena de países.
Empero, ningún organismo internacional ha investigado con seriedad este asunto para poder prevenir las causas sociales que provocan tales acciones, que ponen en peligro la libre navegación por el Canal de Suez y el Mar Rojo.
En opinión del profesor Jhazbhay, los secuestros de naves en zonas marítimas del Cuerno Africano destellan una "idea aterradora de cómo pueblos diezmados en este siglo pueden acudir de nuevo al saqueo para evitar la muerte por hambre y enfermedades”.