martes, 7 de octubre de 2008

Se cuela una nueva Guerra Fría cruel saga de piratas

Fuente: Analitica
Carolina Barros

El secuestro del carguero Faina en las costas de Somalia es mucho más que un juego de patriotas o un cuento de piratas. Por un lado es una muestra, espectacular, de las «zonas liberadas» a la anarquía y el crimen en el mundo. Por otro, de los veloces acomodamientos estratégicos en el tablero internacional. En este caso, en aguas somalíes frente al golfo de Aden, situado en la parte norte del Cuerno de Africa, donde se entrecruzan el mar Arábigo y el océano Indico, y camino obligado -a través del mar Rojo-hacia las esclusas del Canal de Suez, que abren el paso hacia el Mediterráneo. Es decir, en la ruta marítima más directa entre Europa, Medio Oriente y Asia, por la que navegan 20.000 cargueros al año.
Primero, los hechos. El 25 de septiembre, un grupo de piratas somalíes abordó el Faina. Eligieron su objetivo al azar y se encontraron con varias sorpresas. El barco, con bandera de Belice, pertenece a Tomax Team, Inc., una firma ucraniana. En la tripulación, que fue tomada como rehén, hay 3 rusos, 17 ucranianos y un letón (el capitán del barco, el ruso Vladimir Kolobkov, murió a los pocos días de una embolia cerebral). El origen y el destino del cargamento contribuyen aún más al caleidoscopio de nacionalidades: armas de fabricación soviética -en gran parte resabio de la Guerra Fría- que el gobierno de Ucrania enviaba supuestamente a Kenia y que fuentes de la armada norteamericana sospechan iban a terminar siendo transportadas por terroristas somalíes hasta Sudán, uno de los santuarios africanos de Al-Qaeda.

Tanques


En el Faina hay 33 tanques T-72 (el mismo modelo que las fuerzas de Vladimir Putin les incautaron a los georgianos en el conflicto armado de agosto, al parecer vendidos por Ucrania), además de granadas y ametralladoras antiaéreas rusas; conforman el último envío de un total de 110 tanques que Kenia compró a Ucrania en 2007. Mientras los piratas exigen rescate para liberar el barco y la tripulación (en un principio pedían u$s 35 millones, luego 20 y ahora estarían de remate, con 2 millones), hay 6 barcos y varios helicópteros de la V Flota de EE.UU. que controlan que no se descargue ese armamento.

La piratería ya es pandémica en las costas de Somalía, que vive en desgobierno desde 1991. Según Transparency International, es la nación más corrupta del mundo. Acosada por hambrunas y anarquía, su población es mayoritariamente musulmana. A fines de los 90, pescadores somalíes empezaron a actuar como piratas: cobraban un peaje a los barcos-factoría coreanos que hacían pesca de atún.

Hace dos años, cuando la Unión de Cortes Islámicas tomó el control de Somalía, los piratas tuvieron que esfumarse. Ese gobierno islámico, echado a su vez por fuerzas etíopes, trajo desde 2007 un nuevo vacío de poder. Con él regresaron los piratas, que de un número de 100 ahora pasaron a ser 1.200. El Centro Antipiratería de la Oficina Marítima Internacional (OMI), lleva un registro con 66 barcos atacados en 2008, de los que 26 fueron secuestrados y 12 (con 200 tripulantes) siguen en manos piratas aguardando el pago del rescate. A un promedio de u$s 2 millones por barco, es un gran negocio. Tanto, que el viernes 3 los bucaneros somalíes atacaron -sin éxito- a cuatro barcos.

Gravedad

El problema, grave, es que los piratas actúan en jurisdicción somalí. Por eso es que hasta ahora, sin autorización para abrir fuego contra ellos, la Marina de EE.UU., con la Task Force 150, una flota multinacional combinada con base en Djibouti, sólo puede patrullar. El Comando Africom de EE.UU. observa, desde su asiento en Stuttgart, Alemania, los movimientos en la zona. Cumple funciones disuasivas, salvo ante amenazas terroristas.

Pero con el recrudecimiento de los episodios de piratería, en junio el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas autorizó la entrada de navíos de guerra a aguas territoriales somalíes. El miércoles 1 de octubre, ocho países europeos (Bélgica, Chipre, Francia, Alemania, Lituania, Holanda, España y Suecia) decidieron establecer un «escudo antipirata», en el que la OTAN y Gran Bretaña colaborarían con barcos propios. Además, a EE.UU. le preocupa que dos días antes del secuestro, el 23 de septiembre, Moscú haya enviado hacia Somalía al Neustrashimy (Intrépido), un destructor de su flota del Báltico, con marines y comandos a bordo. Ese mismo día, el gobierno somalí anunció que reconocería la independencia de Osetia del Sur y de Abkasia, sumándose a la corta lista que integran Nicaragua y, por supuesto, Rusia. Moscú aclaró que actuará en esas aguas «de manera autónoma».

Washington ya sabe que Somalía pidió colaboración técnica y militar a Rusia, con lo cual la remake de la Guerra Fría regresa a uno de sus escenarios históricos: el norte de Africa. Otro de ellos, el del Caribe, ya fue resucitado con el envío de parte de la flota rusa del Artico hacia la costa venezolana. Habrá que estar atentos si, en el futuro, estos movimientos, que por ahora parecen dedicados a molestar a EE.UU., pasan a mayores.

carobarros@yahoo.com

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