Fuente: Universia
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Así lo planteó el profesor de la disciplina en Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Claudio Barroilhet, quien presentó el libro "Jurisdicción marítima", publicado por Editorial Librotecnia.
“Jurisdicción marítima” es el título del libro del académico Claudio Barroilhet Acevedo, que presentó hace unos días en la casa central de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
Profesor de Derecho Marítimo en la Escuela de Derecho, el abogado PUCV y master en Derecho Marítimo fue acompañado en la ceremonia, celebrada en la sala Quinto Centenario del plantel, por el director de dicha unidad académica, José Luis Guerrero Becar; el presidente de la Asociación Chilena de Derecho Marítimo, Eugenio Cornejo Lacroix; y el presidente del Centro de Arbitraje y Mediación de la Región de Valparaíso, Waldo del Villar, además de académicos, alumnos y familiares.
La obra se divide en tres capítulos: uno dedicado a la Jurisdicción en Materia Marítima, otro a las Disposiciones Comunes a Todo Procedimiento Marítimo y un tercero relativo a los Procedimientos Marítimos Especiales.
El primero es derecho procesal orgánico y se inicia con temas que cumplen una función introductoria: los conceptos de jurisdicción y competencia, los orígenes y el alcance de la jurisdicción chilena en materia marítima, y algunas noticias acerca de la jurisdicción en materia marítima en el derecho comparado.
“Desde ahí, paso al arbitraje marítimo chileno, que nació como un paliativo a la dificultad de financiar tribunales marítimos ordinarios, donde identifico las características del arbitraje en materia marítima, para luego entrar de lleno en la competencia en razón de aquélla”, puntualizó Barroilhet.
El académico también trata las excepciones al arbitraje, que son la prórroga convencional de competencia a la justicia ordinaria, la competencia criminal para conocer de una acción civil, ciertos procedimientos especiales, los juicios de hacienda y otros en que tengan interés un organismo estatal y las disputas de menor cuantía.
Formación jurídica
El capítulo segundo es derecho procesal funcional, trata las Disposiciones Comunes a Todo Procedimiento Marítimo y se divide en dos partes: el Arbitraje Marítimo y las Normas Probatorias Especiales en Materia Marítima.
Al comentar la segunda parte del libro, el profesor Barroilhet dijo: “he escuchado voces críticas respecto del arbitraje marítimo en Chile. Hay que tener en mente la historia de su instauración, la que explico en el libro: el arbitraje fue un paliativo a la decisión de no crear tribunales ordinarios especializados en materia marítima, que habría sido el ideal. Esa fue una decisión político legal, de corte financiero, a mi juicio acertada, y si han existido árbitros que no han desempeñado adecuadamente su encargo, ese no es un problema atribuible al arbitraje, sino a las personas a quienes se nombraron. Debemos tener paciencia, ya que si bien el derecho marítimo chileno es de larga data, sólo se ha difundido en el último tiempo”.
Según explicó el académico PUCV, “es difícil encontrar abogados que estén preparados para resolver este tipo de controversias. Por eso mismo, tampoco proliferan los jueces que hayan estudiado esta disciplina en forma sistemática dentro de su formación jurídica. Pero esto no quiere decir que el arbitraje no sea una solución adecuada, sino que la disciplina no está lo suficientemente desarrollada en nuestro país”.
El tercer capítulo del libro “también contiene derecho procesal funcional, pero específico, por cuanto trata de los procedimientos marítimos especiales, partiendo por el arraigo de naves, al que le siguen otros procedimientos de retención en el Libro Tercero, a saber: la retención del astillero que construya o repare una nave; el derecho de retención del transportador o fletante sobre la mercancía, carga o equipaje; la retención de la nave en el contrato de fletamento a casco desnudo; la retención de mercancías en la avería gruesa y la retención de las especies salvadas”.
Claudio Barroilhet dedicó la obra a la memoria de Isabella Ancarola Privato, abogada de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, “profesión que desempeñó al servicio del Poder Judicial chileno, en el que terminó sus días en la plaza de ministro de la Corte de Apelaciones de La Serena, su tierra natal”.
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