Fuente: Diario Vasco
El afán por conocer el pasado de los pueblos ha conseguido traspasar los libros de historia, por lo general reservados a una minoría, y empieza a tomar cuerpo para que todos podamos ver, sentir, palpar e incluso oler cómo era la vida hace unos cuantos siglos, cuando no existían muchas de las innovaciones que trajo la modernidad, pero reinaban conceptos eternos como el mar, el hierro, el trabajo o el sacrificio. La iniciativa El cabotaje del hierro de Bizkaia, que ayer hizo escala en los puertos de Zumaia y San Sebastián, viene a ahondar en ese interés por la historia de nuestros antepasados y resucita el duro legado de la navegación por cabotaje, que permitía transportar el hierro de las minas a las ferrerías y de éstas a los puertos franceses o ingleses para su posterior venta. Son historias antiguas, pero sirven para explicar la Gipuzkoa actual.
El hierro es el gran protagonista de la historia de nuestro territorio, más importante que cualquier otro actor de carne y hueso. La explotación, labranza y comercio de este mineral generó riqueza durante siglos y permitió que Gipuzkoa viviera en la cresta del desarrollo. La potente producción siderúrgica extendía sus tentáculos hacia diversos campos, y uno de los eslabones imprescindibles era el mar, la forma más rápida y rentable para transportar el hierro cuando aún no existían las máquinas de vapor.
Ahí es donde entra en escena el cabotaje, una práctica marítima que hizo fortuna desde la Edad Media hasta la mitad del siglo XIX. Esta navegación a vela y remo permitió durante siglos el transporte del mineral extraído en las minas vascas (especialmente de las Encartaciones vizcaínas) hasta Aquitania, Bretaña, Normandía, Borgoña, Flandes y el sur de Inglaterra e Irlanda. Dado que el viaje debía hacerse en pequeñas singladuras, los puertos guipuzcoanos eran punto de paso obligado para las embarcaciones.
Por mar y tierra
El Brokoa que ayer revivió la experiencia del cabotaje en Gipuzkoa es una réplica exacta de una lancha cubierta al estilo vizcaína del siglo XIX, con sus 13 metros de manga, sus dos velas al tercio y sus seis remos por banda. Se ha construido según los planos del Astillero Mutiozabal de Orio, que se conservan en el archivo del Aquarium donostiarra, y estos días está reproduciendo una travesía que partió el martes de Bilbao y que se cerrará mañana en Urdax (Navarra), tras combinar transporte por mar (Bilbao-Portugalete -Plentzia- Bermeo-Zumaia-San SebastiánSan Juan de Luz -Ascain) y por tierra, ya que hasta el monasterio de San Salvador de Urdax el hierro se llevaba en carros tirados por bueyes.
El etnógrafo bilbaíno Gonzalo Dúo es el impulsor de esta iniciativa, que cuenta con la colaboración de la asociación Itsas-Begia de Cibur, dedicada a la conservación del Patrimonio Marítimo Vasco. Sus integrantes son los encargados de conducir el Brokoa de puerto a puerto y de representar la carga y descarga del mineral. En la calurosa mañana de ayer, los tripulantes llegaron remando al muelle de Zumaia entre los aplausos de un centenar de espectadores. Tras refrescarse con txakoli y coger fuerzas con una buena comida, pusieron rumbo a San Sebastián, a donde llegaron mediada la tarde. Antes del atardecer ya habían partido hacia San Juan de Luz.
Gipuzkoa y el hierro
El paso del Brokoa por estos dos puertos guipuzcoanos permite indagar un poco más en la estrecha relación de nuestro territorio con el hierro. Zumaia, villa fundada en 1347, ha estado ligada desde sus inicios a la pesca y la construcción naval, así como al negocio del hierro, con las potentes ferrerías de Narrondo y Yarza en el siglo XVI. Mención aparte merece la cercana rentería de Bedua (Zestoa), donde se trabajaba sobre el mineral llegado de las minas de Mutiloa-Zerain. En Bedua aún se conserva el edificio de la lonja y la rentería y hay restos de un astillero que tuvo gran actividad en la Edad Media, ya que fue un embarcadero obligado para todas las ferrerías de la cuenca del Urola (Zestoa, Azpeitia, Azkoitia, Zumarraga y Legazpi). Ayer se representó en el muelle de Zumaia la carga en el Brokoa del mineral llegado de Bedua en otra embarcación.
El puerto de San Sebastián también tiene una extensa historia relacionada con el cabotaje. Ya estaba activo cuando en 1164 Sancho el Sabio de Navarra dio Fuero a la población, y formó parte en la Hermandad de 1294 entre los puertos de Gipuzkoa, Bermeo y Cantabria con Vitoria para la exportación de las lanas de Castilla y los vinos de Navarra a la Europa Atlántica e Inglaterra. Donostia vivió su esplendor marítimo en el s. XVIII, como enclave de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas.
El suministro de hierro no llegaba sólo desde el mar, sino también desde el Urumea, ya que Hernani tuvo un muelle fluvial que daba salida hacia San Sebastián al mineral de una docena de ferrerías. En 1790 incluso obtuvo el privilegio de fabricación de anclas.
Historias todas ellas que tal vez se hundirían en la memoria si a un grupo de locos no les diera por hacer todo lo posible por mantenerlas a flote.
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