Fuente: Público
No es la mayor tragedia naval de la Historia. En realida, esta macabra etiqueta se la lleva el barco de recreo nazi Wilhelm Gustloff, que se fue a pique por los tres torpedos lanzados por un submarino soviético en 1945, en pleno mar Báltico.
De las 9.343 personas que iban a bordo, sólo se salvaron 1.252. Pero, en todo caso, nadie le puede discutir al hundimiento del Titanic el dudoso honor de ser la catástrofe marítima más mediática.
Su recuerdo, revitalizado por la oscarizada película de James Cameron, vuelve a estar presente ahora gracias a una exposición itinerante abierta en el Refugi 1 del Moll de Costa de Tarragona que recrea el ambiente, el lujo y también las privaciones en los que estaban inmersos los 2.208 pasajeros y tripulantes del barco en la trágica madrugada del 15 de abril de 1912.
Sus vidas pasaron a formar parte de la historia cuando, camino de Nueva York desde Irlanda, el buque chocó con un iceberg que fue avistado por los vigías a apenas 400 metros de distancia y que dio tan sólo 38 segundos de tiempo al primer oficial, William Murdoch, para intentar evitar la colisión.
El capitán del barco, Eduard J. Smith, había traspasado el mando a su oficial después de las nueve de la noche. A las 23.35, el viraje imposible que impuso Murdoch a una velocidad de 22 nudos y medio no dio resultado.
La raja lateral que provocó el iceberg abrió las entrañas al buque, que tan sólo consiguió ganar algo de tiempo gracias a la decisión de sellar de inmediato los compartimentos estancos.
El desastre y el ‘shock'
La orden impidió que el buque fuera engullido por la mar en menos de 30 minutos. A pesar de ello, dos horas y media más tarde, del Titanic sólo quedaban los gritos de angustia de los supervivientes, sin distinción ya de clases.
Smith, de nuevo al mando, pero en estado de shock, comprendió que muchos pasajeros morirían por el escaso número de botes.
Al final, perecieron 1.503 personas, el 90% de la tripulación.
Casi todos murieron a causa de la congelación provocada por unas aguas que registraban temperaturas cercanas a los dos grados.
Un barco majestuoso
La historia del desastre del Titanic finaliza en 1912, aunque en realidad arranca en 1907. El lugar, la mansión londinense de Lord James Pirri, socio mayoritario de los astilleros más grandes del mundo, Harland and Wolf.
De la cena celebrada en su casa el 10 de junio con Bruce Ismay, director gerente de la compañía naviera White Star Line -fundada en Inglaterra en 1869 pero que desde 1902 estaba integrada en el holding estadounidense Internacional Mercantile Marine- nació el compromiso de construir los tres barcos más grandes del mundo para acaparar el transporte atlántico de pasajeros.
Uno sería el Titanic, que cubriría la línea Southampton-Nueva York, y sus hermanos gemelos llevarían por nombre Olimpia y Gigantic.
Para la construcción del primero se necesitaron 27 mil toneladas del mejor acero, 10.000.000 de dólares -casi mil millones de euros al cambio procedentes de la banca de JP Morgan- y la ampliación de los diques de Harland and Wolf en Belfast, donde fue botado el 31 de mayo de 1911.
Ismay iba a bordo del sueño cuando se convirtió en pesadilla. Se salvó vistiéndose de mujer, por lo que fue rechazado por la sociedad británica y murió en la soledad
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