Los nubarrones del horizonte prenuncian una tormenta. No importa. Ellos van a zarpar igual. Estuvieron seis meses esperando este momento y no lo van a postergar ahora que están en la marina, junto a los tres veleros con los que cruzarán el Río de la Plata. Son las 9.30 en el puerto de Núñez, hora prevista para zarpar rumbo a Colonia, Uruguay, cuando los más de 20 alumnos van llegando a la marina. Algunos con bolsos, bolsas de dormir, otros con bidones de agua, alguna botella de vino e infaltables pastillas para el mareo.
Tienen entre 21 y 50 años pero eso no impide que hagan su viaje de egresados, o de finalización de curso, previo a rendir el examen para convertirse en timoneles, la habilitación que les permitirá navegar solos con su propio velero o el de un amigo y manejar lanchas y cruceros con motor. Hay de todo, estudiantes, ingenieros, abogados, periodistas, taxistas...
Cada vez son más los que se "zambullen" en la náutica. Desde hace un tiempo la Prefectura Naval, previo examen estricto, otorga 2000 certificados anuales que habilitan a conducir desde lanchas a veleros, que permiten cruzar el Océano. Esa cifra es el doble de los que se otorgaban en 2000, dijo a LA NACION el director del departamento de Deportes Náuticos de la fuerza, el prefecto principal Carlos Peralta.
El auge náutico provocó la resurrección de la industria naviera, con nuevos astilleros que ofrecen lanchas, gomones, veleros y cruceros de hasta medio millón de dólares. Muchos, destinados a ser vendidos aquí, pero un buen porcentaje se exporta. El despertar de la actividad provocó una multiplicación de los clubes náuticos y de guarderías en la zona del Delta, San Fernando y Tigre. Se duplicó la cantidad de embarcaciones registradas.
A los noveles timoneles que ahora encaran el cruce del Río de la Plata por primera vez no los espanta el pronóstico de tormenta. Sopla del Oeste, una brisita suave. Marcelo, Fernando y Jorge, los profesores, preparan la partida. Adujan [acomodan] los cabos, amarinan [ordenan] la embarcación y sueltan amarras.
"De popa, así navegan los caballeros", se entusiasma Marcelo al zarpar y despliega la vela mayor y una chica en proa para evitar sobresaltos por si el río se pone más picado.
A bordo, Andrés Filipuik, que se acercó a la náutica luego de su experiencia como pescador, completa la tripulación junto con los jóvenes Matías Ferracani y Helmut Schaus, de 21 años. Muchos no tenían ni idea de lo que era navegar y sólo probaron para sentir el ruido del viento desde el río, mirando la costa. Otros, como Gustavo Muller, 47 años, ya habían tenido la experiencia y sólo buscan ahora el carnet. Y, otros, como Marcela Pichinini, que ya bucearon con tiburones, se tiraron en paracaídas y realizaron otras actividades extremas, quieren completar el menú con el placer de deslizarse a vela.
Otros protagonizan una curiosa historia: egresaron juntos del secundario y se reencontraron para hacer el curso y egresar nuevamente pero con otra sabiduría.
En realidad, cada uno busca algo diferente en el río: sólo disfrutar de la sensación de flotar, un grupo de amigos para compartir, un deporte, un buen lugar para desenchufarse por completo solo o en familia... o "cambiar la cabeza".
Los tres veleros se recortan en el río, impulsados por un viento leve que los dejará en Colonia, siete horas más tarde. Como la escuela www.rent-a-sail.com.ar , hay otras cientas habilitadas y hay 335 clubes náuticos en todo el país que dictan los cursos.
Este boom de la navegación se registra también en la cantidad de embarcaciones: en 2001 se inscribieron 1284 y, en ocho meses de 2007, lo hicieron 2216. El total de lanchas, veleros y cruceros registrados en la Argentina es de 76.757, según las cifras oficiales.
Tras la crisis de 2001 el mercado se reactivó y la industria naval argentina también, a tal punto de que astilleros argentinos trabajan casi exclusivamnete para exportar y hasta hay fabricantes locales, como Compañía de Barcos, que se instalaron en España para diseñar y construir veleros que corren la Copa América Luis Vouitton, una de las más antiguas y prestigiosas regatas del mundo.
Las lanchas son las más vendidas. Por su precio, su practicidad, bajo mantenimiento y, más allá del carnet, no es necesario un gran conocimiento para conducirlas. "Antes de salir de la oficina llaman por teléfono a la guardería, les piden que le bajen la lancha y, en dos horas, están en medio del río", relata Marcelo Mourin, un broker de embarcaciones.
Es que se adaptan al vértigo de la sociedad moderna, donde en poco tiempo se puede disfrutar en el río o en el Delta, donde los veleros, con poca profundidad y sin viento, casi no pueden navegar o sólo pueden hacerlo a motor, y las embarcaciones pequeñas son las reinas de los canales para pasear, pescar, hacer esquí acuático o, simplemente, acceder a un lindo restaurante junto al río. El precio de una lancha moderna, pequeña, puede arrancar en los 8000 dólares. Aunque los veleros son la especialidad de Mourín.
"La franja intermedia de barcos de entre 10 y 12 metros de eslora es la que más actividad tiene", explica. Habla de gastar entre 25.000 y 50.000 dólares por un barco usado. Aunque con 7000 alcanza para el primer velero.
Carlos Aguiolá, de Scuderi Barcos, explica la filosofía del que se enamora de la náutica "Yo conozco gente que tenía un velero de 10.000 dólares y no tenía auto, porque el barco incrementaba la posibilidad de compartir más con su familia, de otra manera", dice. "Otros eligen un crucero, aunque sea pequeño, fondear en medio del río, almorzar, dormir una siestita y regresar renovado", explica Roberto Britos, con años de experiencia en la venta de embarcaciones.
Bramador es un astillero que fabrica veleros y exporta el 20 por ciento de su producción. "Tenemos una fabricación sostenida", explica Marcelo Dodero, de la empresa.
Hernán Mones Ruiz eligió la navegación como estilo de vida. Es cuatro veces campeón argentino de regata de grandes barcos y tres veces del circuito Rolex de Punta del Este. "Cada año se suma más gente y la industria creció mucho", explica el marino, y agrega: "Hay muchas mujeres que se volcaron a la actividad".
A aquellos que eligen un barco para pasear se suman los que los usan para trabajar. Hay varios clubes náuticos donde algunos propietarios de cruceros y veleros montaron allí sus oficinas, con comunicación a través de Internet y de sus celulares, desde donde manejan sus negocios. Todos a su modo, eligieron otra vida.
Por Hernán Cappiello
Fuente: LA NACION
2216 embarcaciones registradas en 2007. En 2001, la cantidad había sido de 1284
76.757 es la totalidad de lanchas, veleros y cruceros. El dato corresponde a todo el país
335 son los clubes náuticos. La Prefectura Naval los habilita para dictar cursos y, a algunos de ellos, para tomar exáman
2000 certificados otorgados anualmente. Los da la Prefectura Naval, tras un examen, y sirven para conducir desde lanchas hasta veleros
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