Fuente: El Universal
Estrictamente Personal
Raymundo Riva Palacio
Fuera de la discusión política e ideológica, la corrupción dentro de Pemex es una sangría millonaria que pone en riesgo la estabilidad nacional
Pemex, que está de fiesta este domingo, no tiene nada qué celebrar. Atorada por el Legislativo que no avanza en ninguna reforma energética que lo rescate, está ahogada por la Secretaría de Hacienda, que la aprieta con un régimen fiscal especial que lo obliga a entregar 80% de sus ingresos en forma de impuestos, con lo que la paraestatal está permanentemente en números rojos. No tiene dinero para invertir en forma regular, y de manera coyuntural, como en estos momentos, tampoco le han soltado el presupuesto para este año, con lo cual su director general Jesús Reyes Heroles tiene no sólo el problema de no haber podido integrar a su equipo sino, más grave aún, carece de recursos para aspectos tan necesarios y urgentes como el mantenimiento de instalaciones y tuberías, lo que provoca visiones catastrofistas ante la eventualidad de prontos desastres.
Sobre estos dos ejes se ha centrado siempre el debate sobre el petróleo mexicano, una bizantina discusión sobre la privatización y la soberanía patrimonial que han llevado los políticos al terreno de la ideología fácil en situaciones coyunturales. Pero muy alejada de la discusión se encuentra otro tema fundamental en la vida interna de Pemex: la corrupción. Este fenómeno, que ha generado riquezas súbitas y producido múltiples historias en el imaginario colectivo mexicano, ha centrado su argumentación en el sindicato y en los ciclos electorales. Hasta muy recientemente, dada la voracidad empresarial de la familia política del ex presidente Vicente Fox, y en particular de los hijos de Marta Sahagún, algunos casos de presunta corrupción surgieron regularmente en la prensa mexicana. Poco se ha avanzado, sin embargo, porque el enfoque permanece atado a los beneficios de los políticos encumbrados, dejando de lado muchas veces las enormes redes de corrupción invisible hacia el exterior de la paraestatal con cargo al erario y patrimonio de todos los mexicanos.
Esta corrupción se huele, pero no se ve. Es poderosa, pero intangible para la mayoría. Toca a muchos, pero pocos hablan. Se ubica en el sindicato, pero sus tentáculos abarcan a directivos, que pertenecen al personal de confianza. No hay documentos que se quieran hacer públicos, por lo profundo de la corrupción existente, sino testimonios. Las evidencias, salvo que hablaran los involucrados, son circunstanciales.
Personas que vivieron de cerca la corrupción interna en Pemex cuentan historias de terror, medido en costos financieros para la nación. Por ejemplo, la manera como el responsable de una planta de MTB (metil terbutil éter), que es un oxigenante que se mezcla con la gasolina para que pueda hacer el proceso de combustión, llegó a pararla por cuatro días aduciendo problemas técnicos, el tiempo suficiente para que un pariente suyo en el área internacional de Pemex tuviera la suerte de saber que un barco de MTB estaba disponible en el mercado libre y pudiera abastecer el hidrocarburo a tiempo para evitar una escasez de combustible en una amplia región del país. Esta operación familiar a costa de la empresa, se tradujo en una comisión ilícita estimada en 2 millones de dólares. Pemex nunca tuvo las pruebas documentales para proceder en contra de su personal de confianza. Sin embargo, originó una supervisión mucho más estrecha de las plantas, con lo que de 7 mil 500 paros no programados -la fuente sospechosa de corrupción invisible- en 2002, bajaron a mil 500 en 2005.
La mayor supervisión ha venido ayudando a reducir ese tipo de fugas de dinero. Por ejemplo, una revisión en las adquisiciones de catalizadores generó que entre 2002 y 2004 se bajaran en 30% los costos, generando ahorros importantes en los contratos anuales que oscilan alrededor de los 150 millones de dólares. En el caso de los seguros de los barcos, es aún mucho más onerosa la presunta corrupción que se vive dentro de la paraestatal. Pemex tiene una flotilla de barcos viejos con más de 30 años de uso, que por falta de presupuesto no han podido ser renovados a la velocidad como lo exige la demanda. Por esas razones, que se encuentran entre la congeladora legislativa y los apretujones de Hacienda, Pemex tiene barcos rentados por sumas que van de 35 mil a 50 mil dólares diarios. El arrendamiento se encarece porque Pemex tiene que hacerse cargo de los seguros. En 2002, de acuerdo con las pólizas, la paraestatal pagó más de 230 millones de dólares en seguros; en 2003, la cifra subió. Un funcionario de Pemex se vio obligado a renunciar porque se negó a entregar reaseguros a una lista de personas y empresas que le habían mandado desde Los Pinos en la primera parte del sexenio foxista. Posteriormente, con una mayor vigilancia sobre las pólizas, se logró llevar el costo de seguros en 2005 a 150 millones de dólares. No hay datos, como en todos los indicadores de Pemex, sobre lo que sucedió en 2006, ya que la información estadística de la paraestatal siempre va con un año de retraso.
Hay otros casos que despiertan aún más sospecha, por los personajes involucrados. Uno de ellos es el de Arrendadora Ocean, a la que le fue asignado el arrendamiento de dos barcos de casco desnudo, de los que hay muy pocos en el mercado. Arrendadora Ocean le ganó a TMM la licitación, pero el entonces director de Pemex Refinación, Juan Bueno, quería declararlo desierto porque la empresa había presentado un costo 30% por encima de lo que había establecido Pemex como techo. El hoy senador recibió muchas presiones para agilizar la licitación del entonces director general Luis Ramírez Corzo y del responsable de Finanzas, Juan José Suárez Coppel. Bueno la anuló, pero Ramírez Corzo dio una contraorden. Al final, presionado por Ramírez Corzo, el subdirector de Almacenamiento y Distribución, Pedro Carlos Gómez Flores, le dio el visto bueno a Arrendadora Ocean, que encabeza Antonio Juan Marcos, que había sido jefe de asesores del director previo, Raúl Muñoz Leos, y construido una empresa altamente beneficiada durante el foxismo, a base de saliva y papel.
Nada ilícito se le ha probado a Arrendadora Ocean, y tampoco se ha investigado la actuación de Ramírez Corzo o Suárez Coppel en aquella operación. Menos sobre el resto de ejecutivos y de personal sindicalizado de lo que sucede en Pemex en materia de corrupción. Pero es increíblemente oneroso. De acuerdo con personas que conocen a fondo ese enjambre podrido, la comisión que pagan los proveedores beneficiados irregularmente en los contratos es de 5%, que se reparte con un 2% para los directores que le lleguen a entrar al negocio, y 3% para el resto de involucrados. El Congreso haría bien en apartarse de su histórica discusión e iniciar una investigación sobre la corrupción en Pemex que lacera la economía y la coloca, por la enorme dependencia sobre los ingresos petroleros, como un riesgo para la seguridad nacional. Ciertamente, nos la deben.
rriva@eluniversal.com.mx
r_rivapalacio@yahoo.com
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